Tras recoger el galardón honorífico en la sexta edición de los Premios de Diversidad e inclusión, otorgados por la Fundación Adecco y el Club de Excelencia en Sostenibilidad, charlamos con Sara García Alonso (León, 1989), investigadora biomédica en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas y primera mujer española seleccionada por la Agencia Espacial Europea (ESA), sobre el papel de la mujer en la ciencia y sobre medidas a desarrollar para lograr entornos de trabajo más inclusivos y diversos. «En mi día a día trato de aplicar valores como la diversidad, la equidad y la inclusión. De hecho, han formado parte de mi proceso de selección en la ESA y de mi trabajo como investigadora. Es una alegría que se premien, se visibilicen y que sirvan de ejemplo para otras generaciones, para otro tipo de empresas. Que todos juntos abracemos estos valores es un orgullo enorme», asegura.
¿Siempre tuviste claro que ibas a dedicarte a una carrera STEM?
Era algo que me atraía desde muy pequeña. No tenía muy claro qué quería ser porque fantaseaba con todo tipo de profesiones, pero sabía que estaba orientada por la ciencia y la tecnología, así que estudié biotecnología en la Universidad de León, donde conocí a mucha gente que me animó a enfrentarme a grandes retos y a salir del cascarón. También descubrí mi vocación, que era la investigación oncológica. Por eso me trasladé al Centro de Investigación del Cáncer, en Salamanca, donde hice mi doctorado centrado en terapias dirigidas a pacientes de cáncer de mama y de ovario, y después me incorporé al grupo del doctor Mariano Barbacid, en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas. A los dos años conseguí el puesto de científico titular, liderando un proyecto para encontrar nuevos fármacos para frenar el cáncer de pulmón y el de páncreas.
En paralelo, ¿cómo ha sido tu trayectoria hasta convertirte en la primera mujer española seleccionada por la Agencia Espacial Europea (en calidad de reserva)?
A principios de 2021, me enteré de que la Agencia Espacial Europea sacaba plazas para astronauta. Es la primera vez que pasaba eso en 13 años porque es un puesto de trabajo bastante escaso y poco frecuente. Y cuando busqué el perfil que ellos querían como ideal y en qué consistía la tarea de un astronauta, me di cuenta de que, sin yo saberlo, era el trabajo de mis sueños. Implicaba descubrimientos científicos, rodeada de la más avanzada tecnología, con ambientes multidisciplinares, y con ese puntito de aventura que tiene la posibilidad de irse al espacio. Así que eché el cv, la carta de motivación y me enfrenté al proceso.
«Mi formación como biomédica ha sido clave en mi carrera como astronauta en la Agencia Espacial Europea»
Cuando diste los primeros pasos en este camino, ¿te lo imaginabas así? ¿Dónde has encontrado mayores dificultades?
No tenía ni idea de cómo iba a ser el proceso de selección, ha sido probablemente más duro de lo que había anticipado. Fueron 18 meses con más de 100 tipos de test de toda índole: psicológicos, de inteligencia, pruebas médicas… Ha sido muy completo, muy intenso, sin saber cuándo te van a evaluar ni cómo va a ocurrir. Y mientras, al mismo tiempo, tienes tu trabajo, porque yo seguía investigando todos los días. Ha sido un desafío, pero las lecciones que he aprendido, la gente a la que he conocido y cómo me he conocido más a mí misma han hecho que todo el camino haya merecido la pena, incluso aunque no hubiera llegado al objetivo final de ser seleccionada.
¿Cómo te ha ayudado tu faceta de investigadora biomédica en todo este proceso?
No hubiera logrado ser astronauta si no fuera por todas las lecciones que he aprendido como investigadora. Desde la capacidad de asimilar gran cantidad de información, quedarme con lo que es relevante a nivel operativo, la atención al detalle, el diseño de protocolos y la capacidad para seguirlos de manera segura y minuciosa, comunicar (tanto el lenguaje científico como el no científico)… Todo ese tipo de habilidades las aprendí como investigadora, y todo ese tipo de habilidades se buscan como astronauta.
Desde la selección en noviembre del pasado año, te has convertido en todo un referente para niños y jóvenes que aspiran un día a ser astronautas, pero especialmente para las niñas, que no tienen demasiados ejemplos en los que fijarse. ¿Por qué crees que aún existen ciertos sectores (científicos, técnicos) en los que las mujeres tenemos menos participación?
Le he dado muchas vueltas al porqué de esta menor representación. ¿Por qué las niñas se animan menos a estudiar carreras científicas y tecnológicas, o incluso a llegar a puestos más directivos o de toma de decisiones y responsabilidad? Creo que, en gran parte, la falta de referentes y ejemplos hace mucho daño y lastra muchas futuras carreras; es muy difícil soñar con algo que no sabes que existe, especialmente cuando eres un niño o un adolescente. Si no estás acostumbrado a ver ejemplos de éxitos en carreras científicas, en los medios, en los libros de texto… Pensar que vas a ser tú el pionero o la pionera es mucho exigir para un niño.
¿Qué otros factores marcan esta diferencia?
Por otro lado, (esto nos pasa más a las mujeres), si no nos sentimos que estamos 100% preparados para una tarea, no nos lanzamos. Por un miedo a lo que podríamos llamar fracaso, cuando en realidad no es un fracaso. Son errores que forman parte del aprendizaje. Es caerse para levantarse con más fuerza. Pero si no nos sentimos 100% preparadas, no nos lanzamos por miedo a no estar a la altura, y al final lo que estamos haciendo es limitarnos a nosotras mismas. Habría que animar, especialmente a las niñas, pero también a los niños, a que se atrevan a explorar, a perseguir aquello que les motive, independientemente del resultado. Que sepan que pueden cometer errores y que pueden cambiar de opinión y de camino.
¿Cuáles eran tus referentes femeninos cuando eras pequeña?
No recuerdo ejemplos cercanos. Siempre ha habido grandísimas científicas, tecnólogas, astronautas, pero han estado bastante invisibilizadas. Hay mucho talento femenino, también en nuestro país, pero en mi caso… Quizá no los busqué, y de manera indirecta, me llegaron muy pocos. Además, en mi familia nadie fue a la Universidad, tampoco tenía ejemplos cercanos de mujeres que se dedicaran a la ciencia o a puestos de más alto nivel. Fue ya en la universidad donde conocí a referentes, sin grandes nombres ni apellidos, pero que realmente me inspiraron. Eran más cercanos, y sí los veía como un espejo en el que yo podía reflejarme. Y es fue la primera vez en la que yo pensé, de manera consciente, si ellos y ellas pueden, yo también.
«Existe una responsabilidad muy grande cuando otras personas te ven como un referente. Quieres estar a la altura»
¿Has sentido cierta presión por haberte convertido en referente para las nuevas generaciones? ¿Notas cierta exigencia (o autoexigencia) para lograr el siguiente paso?
Hay una responsabilidad muy grande cuando otras personas te ven como un referente; quieres estar a la altura. Pero al mismo tiempo creo que está bien que vean la realidad: yo soy así, no soy perfecta, no soy un robot. Soy un ser humano, que cometerá errores. Y este es mi mensaje, si sirve como un ejemplo de que con pasión, con esfuerzo, con aprendizaje continuo se pueden conseguir grandes cosas, pues bienvenido sea. Y respecto a la autoexigencia, siempre he sido autoexigente, desde que era niña, entonces… Siempre intento superarme, desafiarme y probar nuevos retos cada día.
Tengo entendido que el número de mujeres que aspiran a los puestos que ofrece la Agencia Espacial Europea (ESA) es mucho menor que el de los hombres, pero que una vez dentro, las ratios se van igualando porque ellas sacan mejores resultados. ¿Hace falta un cambio de mentalidad?
Creo que sí, nosotras mismas somos las primeras que tenemos que cambiar porque si ya el mundo nos lo pone difícil, no tiene sentido ponernos nosotras más piedras en el camino. De entrada, tenemos que creernos que no tenemos que ponernos esos límites. Que el hecho de ser mujer, de venir de tal sitio, de tener esta cultura no indica nada respecto a cómo vas a ejecutar una tarea o una profesión, o lo bueno que vas a ser. Ese es el primer punto, pero también hay que ver cómo educar a la sociedad, porque hay prejuicios, estereotipos y presiones que acaban induciendo a la gente a tomar ciertas decisiones, pensar qué se espera de ellos. En el que normalicemos que cada uno es libre de hacer lo que desee, independientemente de sus condiciones, las cosas empezarán a cambiar, pero es inevitable sentir esa presión social.
«En el campo de la biomedicina empiezan muchas más mujeres que hombres, pero en los puestos de responsabilidad, la tendencia se invierte. Es el conocido como efecto tijera»
¿En el ámbito de la investigación biomédica también existe esta disparidad o es algo más inclusivo que el aeroespacial?
En la investigación biomédica es ligeramente distinto. Y matizo, aquí en la investigación biomédica, porque hay otras carreras científicas-técnicas en las que, directamente, accede un menor número de mujeres, pero es verdad que en la rama sanitaria hay muchísimas mujeres, somos mayoría en programas de doctorado, por ejemplo. El problema es lo que se conoce en ciencia como el efecto tijera. Empezamos siendo mayoría, y a medida que vamos aumentando en el escalafón de los puestos de responsabilidad (profesor titular de la universidad, investigador principal de un laboratorio, directores de centros de investigación, vicerrectores, decanos…), el porcentaje cambia radicalmente. Aquí no es un proceso ciego como en la selección de astronautas, entonces no sé hasta qué punto hay sesgo a la hora de elegir quién puede promocionar o no.
¿Cuáles crees que serían las medidas necesarias a implantar para que existan entornos laborales más diversos e inclusivos? Especialmente en carreras STEM.
En primer lugar, creo que sería importante llenar esos entornos laborales con ejemplos diversos, con todo tipo de ejemplos: de género, de cultura, de condición… Para que cualquiera, independientemente de sus circunstancias, pueda llegar al puesto laboral que desee.
La segunda medida debería residir en la educación. Sobre todo en los primeros niveles de infancia, adolescencia, para que los niños y niñas crean y se convenzan de que sus condiciones, sus circunstancias no les tienen que sesgar hacia ningún tipo de profesión o sector en particular. Por ejemplo, en el caso del género, ¿por qué no va a haber mujeres astronautas u hombres matrona? Cualquiera puede hacer aquello que le motive y que le haga feliz.
Y en tercer lugar, las empresas deberían fomentar la inclusión, detectando posibles prejuicios, disparidad e inequidad. Y luchando porque cada uno de sus trabajadores vea satisfechas sus necesidades e inquietudes.
No te pierdas el discurso de Sara García Alonso en los premios de Diversidad e inclusión.