Ciudadanos esenciales. La Diversidad del «ejército» contra la COVID-19

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La crisis de la COVID-19 y el estado de alarma están tambaleando los cimientos de nuestro modelo social. Hace unas semanas, las fotos de las calles vacías contrastaban con la saturación de los hospitales, al borde del colapso. En medio de este panorama, cuanto menos desolador, se asoma un rayo de luz, una esperanza que tiene rostro: la de los miles de españoles que siguen al pie del cañón y que cada día salen a la calle para desarrollar servicios esenciales que mantienen a nuestra sociedad en pie.

Personal sanitario, farmacéuticos, reponedores, cajeros, preparadores de pedidos, repartidores… todos ellos son el ejército de esta guerra contra un diminuto enemigo que se ha hecho fuerte hasta poner en jaque a nuestro Estado del Bienestar. A diferencia de otras contiendas este ejército es diverso. Sus soldados no son solo hombres jóvenes sino también mujeres, mayores, personas con discapacidad, padres y madres…y otros tantos ciudadanos anónimos que simbolizan el valor y la cohesión de un pueblo herido y sacudido por la pandemia.

Su labor durante estos días destierra cualquier atisbo de prejuicio negativo asociado a su profesionalidad. Después de esta crisis, ya nadie habrá de poner en duda la incuestionable contribución de las personas mayores de 45 años, con discapacidad o mujeres de cualquier edad, a la hora de sacar a flote nuestra economía.

“Siento que aporto mi granito de arena en estas complicadas circunstancias”

Francisco de Asís es uno de estos ciudadanos esenciales. A sus 56 años, trabaja en el departamento de atención del Centro de salud de Guillena (Sevilla). Lleva ya tres años vinculado al Servicio Andaluz de Salud, aunque no de manera continuada: “en los servicios públicos no miran tanto la edad, pero sí en el ámbito privado, donde creo que tienden a contratar a gente más joven. Creo que en la empresa privada siguen teniendo prejuicios con la edad”.

Con la crisis del COVID-19 su trabajo es fundamental, en la medida en que da soporte a otros pacientes, no afectados por el virus, pero que necesitan igualmente atención y tratamiento médico por otros motivos. “Trabajo en la recepción, gestionando citas de los pacientes que van a ver al médico y que no están afectados por el COVID-19: vacunas para niños, analíticas, pruebas ginecológicas, etc”. Todos los días, acude a su puesto en coche, con un cartel plastificado visible y un certificado para demostrar que es personal sanitario, en caso de que le paren las autoridades.

Francisco se siente contento y orgulloso de poder aportar valor en estos momentos: “es reconfortante porque siento que aporto mi granito de arena en estas complicadas circunstancias”.  Sin embargo, apela a la empatía de sus compatriotas: “a veces hay personas que te echan la bronca por teléfono porque no entienden que no pueden venir al centro de salud o que haya listas de espera porque muchas personas están llamando. Deberíamos ser más empáticos”. Cree que, probablemente, la sociedad salga fortalecida de esta pandemia: “los ciudadanos quizás salgamos más cohesionados, pero no confío tanto en que los políticos cambien, ellos viven en un mundo paralelo”.

“Mi familia al principio me dijo que a dónde iba pero yo no me lo pensé y dije ¡me voy!”

Dulce tiene 50 años y lleva dos semanas trabajando en el Hospital de Jaén como operaria de limpieza para desinfectar las salas donde han estado pacientes con COVID-19. La han contratado como refuerzo ante la avalancha de pacientes y la gran capacidad de contagio que tiene el virus.

Aunque conocía el riesgo que conllevaba, cuando le llegó la oferta la aceptó al instante: “mi familia al principio me dijo que a dónde iba con esta situación, pero yo no me lo pensé y dije: me voy”. “Además, es una buena oportunidad para que me conozcan y me empiecen a llamar para cubrir bajas y vacaciones.”

No tiene miedo porque va bien protegida, con traje blanco, mascarilla, gafas y guantes que estrena cada día y con unos protocolos de seguridad que minimizan los riesgos. Además, en estos tiempos es consciente de que su labor es imprescindible para el sostenimiento del país “me siento un apoyo de los profesionales sanitarios”.

Su trabajo hoy en día es de vital importancia porque sin ella, el personal sanitario no puede atender a los pacientes “aquí ya no hay diferencia de trato entre el médico, el celador y el que limpia: vamos todos a una. Los sanitarios tienen mucha importancia, pero si no hay nadie que se dedique a desinfectar, su labor no sirve de nada”.

“Satisfacer las necesidades de las personas y hacerlas feliz es lo más importante “

David, con 33 años y una discapacidad, está viviendo la crisis sanitaria desde dentro, concretamente desde el almacén del Hospital de Getafe, donde prepara pedidos de material que necesitan el personal médico y de enfermería.

Tiene un contrato temporal de dos meses, aunque ya lleva casi un año como celador en este mismo centro. Su testimonio refleja el caos y la incertidumbre que ha supuesto la llegada de la COVID-19: “Era muy estresante para los trabajadores del hospital: estábamos desbordados, había falta de material y no se sabía de dónde sacarlo para poder trabajar. Sin embargo, estuvimos a la altura y aquí seguimos, al pie del cañón”.

En su puesto como celador, David reconoce que se siente muy realizado porque “hacemos una labor imprescindible como sector: tanto nosotros como los médicos, enfermeros, auxiliares y todos los que luchamos contra la epidemia. Me siento muy satisfecho porque vemos cómo, poco a poco, nuestra labor surte efecto”

Respecto al riesgo al que se expone por estar tan cerca de un foco de infección como un hospital, afirma: “llego a casa feliz y muy tranquilo, a pesar de estar expuesto al peligro. Satisfacer las necesidades de las personas y hacerlas feliz es lo más importante.” Ahora, David solo teme que, cuando todo esto acabe, el personal no sanitario vuelva a tener el poco reconocimiento de siempre y la gente se olvide pronto de sus méritos durante la crisis: “Espero equivocarme”, confiesa.

*En la imagen, Francisco de Asís, un ciudadano esencial

Irene Gil
Periodista. Más de 10 años dedicada a la Comunicación corporativa, profundizando en la situación social y laboral de las personas que lo tienen más difícil.

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