A lo largo del último siglo, hemos visto cómo la estructura familiar tradicional ha ido perdiendo fuerza ante la irrupción de nuevos modelos de convivencia. Probablemente los hogares monoparentales, en los que un sólo progenitor convive con sus hijos, son el principal ejemplo de ello.
En efecto, estos hogares están creciendo de forma vertiginosa. En España, se han incrementado en un 80% durante la última década, según datos del Instituto de la Mujer. Hoy en día, superan ya el medio millón (548.600).
Sin embargo, al analizar el perfil de los mismos, advertimos que 9 de cada 10 están encabezados por la figura materna. En otras palabras: las familias monoparentales tienen rostro de mujer, por lo que últimamente está emergiendo un nuevo término, que aunque no oficial ni reconocido, refleja la realidad de un modo más exacto: «monomarentalidad«. El término no es correcto, pues su significado es «una sóla madre», como en la gran mayoría de los hogares, pero viene a transmitir que son en su mayoría las mujeres quienes se enfrentan a la situación de compaginar el empleo con la difícil tarea de sacar adelante a su familia.
El III Informe Mujeres con Responsabilidades No Compartidas y Empleo, elaborado por la Fundación Adecco, aporta algunos datos del perfil de estas mujeres: tienen una media de 35 años, solteras, con un hijo, estudios secundarios y que comparten vivienda como medida de ahorro. Otro dato digno de tener en cuenta es el desempleo: 4 de cada 10 se encuentra en paro, cifra 15 puntos porcentuales superior a la del resto de las mujeres (25%).
Ante esto, podríamos afirmar que las mujeres al frente de una familia monoparental necesitan un trabajo más que nadie, pero paradójicamente se ven afectadas más intensamente por el desempleo . ¿Qué hay detrás de esta situación? ¿Prejuicios y estereotipos que causan discriminación? Si preguntamos directamente a estas mujeres, un 86% apunta que las empresas se muestran reacias a contratarlas, por miedo a las bajas laborales y al absentismo. Sin embargo, yo creo que el verdadero miedo tiene otro nombre y es conciliación. Uno de los grandes retos en materia laboral del siglo XXI ha de ser lograr el cambio de mentalidad y convencer a las empresas de que conciliar no merma la productividad, sino que la favorece, evitando además tiempos muertos y estrés.
En este sentido, una mujer al frente de una familia monoparental aporta además infinidad de valores, como la fidelidad o la búsqueda de la estabilidad, lo que las convierte en candidatas estrella que desempeñarán con esfuerzo y dedicación su trabajo.
Por último, y probablemente la cifra más llamativa del citado informe, la encontramos en el paro de larga duración: un 71% de estas mujeres lleva más de un año en paro, cifra que supera en 10 puntos porcentuales a la del resto de las mujeres y que, de nuevo, da cuenta de las dificultades que siguen encontrando para competir en igualdad de oportunidades en el mercado laboral.
Para terminar, despedir este artículo con las palabras de Francisco Mesonero, director general de la Fundación Adecco, que deben invitarnos a la reflexión:
“las mujeres con responsabilidades familiares no compartidas necesitan un empleo más que nadie, pues ellas solas tienen que sacar adelante a su familia. Sin embargo, se produce la paradoja de que tardan más en encontrarlo, en muchas ocasiones por prejuicios relacionados con un temor a las bajas o a la conciliación. Sin embargo, desde la Fundación Adecco, podemos asegurar que estas mujeres desarrollan una alta fidelidad al proyecto al que se vinculan y ven incrementados valores como la búsqueda de la estabilidad, lo que reduce la rotación y el absentismo”