El talento sénior personificado en Maritza y Rafael: «Podemos aportar un plus de competitividad»

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Maritza tiene 47 años, Rafael, 72. Les separan 25 años y recorridos vitales y experiencias profesionales distintas, pero les une la misma barrera: el estigma de la edad a la hora de encontrar un empleo.

Tras una vida dedicada al cuidado de su familia entre Ecuador y España, Maritza encadenó varias experiencias laborales como auxiliar administrativa. Actualmente lleva un año en búsqueda activa de empleo. Para ello, acaba de cursar un certificado de profesionalidad (Asistencia documental de gestión de despachos y oficinas) con el que espera conseguir alguna oportunidad. «Mi caso es el de muchas mujeres que hemos dedicado buena parte de nuestra vida al cuidado de nuestras familias, disminuyendo así nuestra experiencia laboral. Las empresas deberían valorar todo lo que implica esto, sabemos gestionar mejor que nadie», asegura.

A dicho hándicap ahora se une el de la edad, ya cercana a cumplir los 50 años. «Ahora que tengo total disponibilidad de horarios, no consigo encontrar una vacante para mí. El descarte llega antes, con el currículum, no nos dan la oportunidad de llegar a las entrevistas», se lamenta.

Cuando los currículums no superan el filtro

Misma conclusión la de Maritza, que la que se refleja en el 16º informe #TuEdadEsUnTesoro, publicado por la Fundación Adecco. Del total de personas sénior en desempleo (mayores de 50 años) que participaron en el informe, el 75,3% aseguró que no recibió respuesta de ninguna oferta a la que aplicó en el último semestre (por tanto no ha realizado entrevistas de trabajo) y 9 de cada 10 opinaba que la razón subyacente es la edad, ya que a partir de los 50 años los currículums “no superan el filtro”. Tan solo el 10% restante opinaba que existen otros condicionantes como la fuerte competencia o la ausencia de habilidades para el puesto.

Rafael ha vivido experiencias similares. De hecho, algunas empresas le han asegurado «que ya no va a tener ningún recorrido profesional». Él no lo siente así, está convencido de que aún tiene mucho que aportar. «Necesito seguir activo, sentirme útil para tener una mejor calidad de vida». Llegó de Venezuela hace seis años y lleva tres buscando un empleo para alargar una trayectoria profesional, que, en gran medida, ha dedicado al mundo de las finanzas. «En los últimos años me he centrado más en el proceso de transformación digital de las empresas. Quedan muchos pasos por dar aún en este campo, es un proceso bien complejo. Creo que mi asesoramiento y experiencia serían de gran ayuda».

Habilidades blandas: el potencial del talento sénior

Para seguir avanzando en este campo, Rafael ha finalizado un curso de Análisis de datos en la Escuela digital de la Fundación Adecco. Es un proyecto dirigido a personas en situación de vulnerabilidad empadronadas que quieran formarse en competencias técnicas para acceder a un empleo de alta cualificación. 

Ambos tienen iniciativa, ilusión y no paran de formarse. Solo les falta una oportunidad. «Les diría a las empresas que lean nuestros currículums, que podemos aportar mucho. Las personas sénior somos responsables, estamos comprometidas y, al mismo tiempo, sabemos adaptarnos a lo nuevo», asegura Maritza, destacando todas esas habilidades blandas que, en ocasiones, no se ven reflejadas en los currículums.

Por su parte, Rafael les pide que se arriesguen porque se está dejando atrás a muchas personas por cuestiones de edad. Sobre todo, teniendo en cuenta que estamos en una sociedad cada vez más envejecida y que tendemos hacia carreras profesionales cada vez más dilatadas en el tiempo. «Gracias a mi experiencia creo que puedo aportar una visión integral del negocio, aportar un punto de vista que supone un plus de competitividad para las empresas», asegura.

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