Una de cada cuatro personas en España tendrá trastorno mental a lo largo de su vida, y un 25% de los problemas de salud en nuestro país es mental. Son datos de la Confederación de Salud Mental que ponen de manifiesto que la incidencia de este tipo de discapacidad es creciente, superando incluso a enfermedades como el cáncer. A pesar de esta alta incidencia, las enfermedades de tipo mental siguen siendo las grandes desconocidas y estigmatizadas.
“Hay poca información sobre las enfermedades mentales y sobre cómo afectan realmente a una persona. No ha ayudado cómo se tratan estos temas en la ficción. Creo que falta mucho trabajo aún por hacer”, cuenta Sara Gurucharri, con una discapacidad del 33% por trastorno bipolar. Un diagnóstico que llegó a su vida a los 26 años con el segundo brote; el primero había sido unos años antes, cuando estudiaba para presentarse a la Selectividad.
Fue entonces cuando sus planes cambiaron y tuvo que redefinir su camino profesional. “Tuve que estudiar peluquería porque no era capaz de conseguir las notas que yo quería para hacer la Selectividad. Cuando vi que me encontraba mejor y que la peluquería no era mi verdadera vocación, decidí cambiar al ámbito de la programación. Es un campo que me gusta mucho, me relaja. El teletrabajo también me ayuda muchísimo porque a veces necesito tiempos de descanso y eso me lo facilita”, argumenta.
El valor terapéutico del trabajo
El empleo, cuando se desempeña en unas condiciones ambientales, psicológicas y socioeconómicas favorables, protege la salud mental de las personas, previene las patologías mentales y tiene un valor terapéutico y estabilizador. Son algunas de las conclusiones del informe Un empleo para la salud mental de la Fundación Adecco, en el que también se confirma que las personas que trabajan focalizan su atención en las tareas y obligaciones propias del puesto, dejando un menor espacio a las preocupaciones, al estrés o a la ansiedad. El 75% de las personas encuestadas en el informe señala que “el empleo está ayudando a afrontar el problema de salud mental, mejorando su calidad de vida global”. Asimismo, un 67% expone que trabajar ha incrementado su autoestima y confianza, seguido de un 46% que ha visto mejorar su ocio y bienestar.
“En mi caso ‒cuenta Sara‒, he tenido mucha suerte con mi empresa, pero sé que en otras muchas compañías, si dices que tienes una enfermedad mental probablemente vaya en tu contra”. Y es que, a pesar del contrastado impacto positivo del empleo en las personas con problemas de salud mental, de todas las personas con discapacidad, aquellas que tienen un trastorno de salud mental registran la menor tasa de empleo: el 16,9% frente al 25,9% para el resto de discapacidades. También son las que menos participan en el mercado laboral: el 72,2% de las personas con problemas de salud mental entre 18 y 64 años no tiene empleo ni lo busca y solo el 16% se encuentra trabajando.
Esta reducida participación pone de manifiesto la interferencia de los problemas de salud mental en el acceso al mercado laboral, tanto desde la vertiente individual como de la social-empresarial.
Salud mental: acabando con los estereotipos
Entre los estereotipos que aluden las empresas para no contratar a personas con discapacidad de tipo mental destacan un mayor absentismo, problemas por conductas conflictivas o que la adaptación puede ser costosa (periodos más largos, etc.). “Me parece que falta visibilidad, información y experiencias de personas que, pese a tener un problema así siguen adelante con su vida, son totalmente hábiles para hacer cualquier cosa que se propongan, aunque les cueste el doble de esfuerzo”, reivindica Sara. Y añade que le gustaría que la gente empezase a ver este tipo de enfermedades como algo similar a un diabético o cualquier otra enfermedad física que sí parece que somos capaces de entender. De esta forma, quizá Sara deje de ser una excepción ‒el perfil del desempleado con discapacidad por trastorno mental responde al de una mujer entre 36 y 45 años con estudios primarios y que lleva más de un año buscando empleo‒ y se convierta en regla.
“A las personas diagnosticadas con una enfermedad de tipo mental les diría que no sean ellos quien se autocensuren pensando que no son capaces de trabajar, estudiar o hacer cualquier cosa que les guste. Que busquen algo en lo que se sientan relativamente cómodos para trabajar porque eso ayuda a hacer mejor las cosas. Y que traten de buscar apoyos estables e incondicionales que les quieran tal y como son porque esa es la clave”, sentencia Sara.
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