Certidumbre y confianza contra el desempleo

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Recientemente conocíamos los datos de la EPA del primer trimestre del año, que se publican en un momento marcado por la incertidumbre política: una incertidumbre que no podemos ignorar a la hora de realizar una valoración. Se cumplen 140 días de Gobierno en funciones,  una situación inédita hasta el momento y que apunta a superar los 200 días de interinidad, circunstancia que, cuanto menos, nos invita a la reflexión cuando nos fijamos en las cifras laborales.

Por primera vez en 3 años, los datos de la EPA nos dejan un incremento en el número de desempleados con respecto al trimestre anterior. En concreto, se registran 11.900 personas más en situación de desempleo,  todas ellas mujeres, en términos netos: 21.600 hombres salen de las listas del paro mientras que 9.600 mujeres la engrosan, en buena medida por la finalización de contratos del periodo navideño, concentrados fundamentalmente en el sector servicios, con presencia eminentemente femenina.  Destacable también que  un 40% de los nuevos desempleados de 2016 tiene más de 45 años, sector de la población que afronta importantes retos a la hora de reengancharse a un mercado laboral en constante cambio y donde siguen existiendo fuertes prejuicios que frenan su incorporación, y que a menudo siguen basándose en obsoletas creencias estereotipadas.

En total, se contabilizan 4.791.400 desempleados, con una tasa de paro del 21%, un punto porcentual por encima del trimestre anterior y al mismo nivel que en el mismo periodo de 2011.

Este empeoramiento trimestral del desempleo viene siendo habitual durante los primeros meses del año, si bien 2014 y 2015 nos dieron una excepcional (y alentadora) tregua dejándonos ver los primeros efectos de la reactivación económica. Una reactivación que, sin embargo, y sin existir certeza de una relación directa, corre el riesgo de verse estancada ante la inestabilidad política que atraviesa nuestro país. Y que, quizás, se ha visto precisamente reflejada en las cifras de este primer trimestre de 2016.

Ante un panorama sin precedentes en la Cámara Baja, la repetición de elecciones generales parece tornarse como la única opción viable, si bien este hecho en sí no es el que debe preocuparnos. Lo verdaderamente relevante es que, tras los comicios, se configure un Gobierno estable, que genere confianza, seguridad y certidumbre, estimulando las inversiones y permitiendo que la recuperación económica no se paralice y siga siendo sostenida en el tiempo. No olvidemos que, en términos anuales, sí se ha observado una mejora en el desempleo, descendiendo éste un 13%, lo que parece indicar que la tendencia es positiva y que estamos en la buena senda, aunque bajo la alerta de un anquilosamiento en el que las víctimas no serán otras que los desempleados, especialmente aquellos con mayor riesgo de exclusión social: mayores de 45 años desempleados de larga duración, personas con discapacidad, mujeres con responsabilidades familiares no compartidas, víctimas de la violencia de género o los 431.900 ciudadanos que se encuentran buscando su primera oportunidad laboral, según los datos conocidos ayer, en un mercado protagonizado por la feroz competencia y en el que ni siquiera la experiencia garantiza una posición.

En otras palabras,  al margen de la situación de “desgobierno”, el desempleo sigue siendo una situación sin resolver y, por tanto, la prioridad nacional, en un contexto en el que aún superamos la cota psicológica del 20% de paro, muy por encima de aquel 9,6% que se registró en el primer trimestre de 2008. Ello hace necesario (y urgente) estimular políticas activas de empleo que reviertan la situación en el menor tiempo posible y que permitan que la recuperación económica siga siendo inclusiva.

Por todo ello, es responsabilidad de todos los ciudadanos ejercer de forma reflexionada su derecho a decidir, participando activamente en las elecciones generales. Por su parte, los representantes políticos deben resolver la falta de consenso, en aras de recuperar el crecimiento, seguir reduciendo el desempleo (los parados no pueden esperar) y crear un patrón de inclusión que no deje fuera del mercado a ninguna persona, independientemente de condicionantes como la edad o el hecho de tener un certificado de discapacidad. No en vano, la participación de todos en el empleo será el mejor indicador de una economía fortalecida y madura, alineada con la diversidad que caracteriza nuestro siglo.

Únicamente lo conseguiremos con unidad –y no con fragmentación- y realizando política en mayúsculas, con el foco puesto en el empleo  y con la visión a largo plazo que sólo un Gobierno estable puede adoptar.

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