La formación como beneficio social. Ventajas de incentivarla.

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Competir en el mercado laboral ya no es patrimonio exclusivo de los demandantes de empleo; desde hace años, las empresas rivalizamos por atraer ese bien tan escaso y codiciado: el talento.  En esta pugna, los beneficios sociales o retribuciones no monetarias se han convertido en un valor en alza, ya que inciden directamente en la mejora de la calidad de vida de los empleados.

Pero, ¿la empresa gana algo ofreciendo estas prerrogativas? Sí y mucho. Según un reciente informe de NIOSH, estos beneficios repercuten directamente en el rendimiento de los profesionales y, por tanto, en la competitividad de la compañía.

Sin duda, la formación es el máximo exponente de este win-win. Formar a los trabajadores es empoderarles, permitirles crecer profesionalmente y preocuparse por su futuro. Pero también es una garantía para la empresa, que cuenta con profesionales actualizados y preparados para las nuevas circunstancias.

Formación: pilar de normalización

Si la formación es clave para todos los empleados, cobra un valor especial en los casos de personas con dificultades añadidas: una discapacidad, una edad que supera los 50 años o una situación familiar complicada, como la violencia de género. Para todos ellos, la formación no es sólo un elemento de mejora, sino que puede convertirse en el pilar de normalización que reducirá la brecha, equiparándoles al resto de los trabajadores. Por ejemplo, ese mayor de 55 años que necesita actualizar sus competencias para convertir su experiencia en un valor añadido. Si se apuesta por su formación continua, nunca será un profesional caduco u obsoleto.

Beneficios de  incentivar la formación entre los empleados:

Evita la rotación de personal. La formación hace que el trabajador gane confianza en sí mismo, ásí como la seguridad de que su trabajo está siendo valorado. Por lo tanto, se plantea retos personales a medio-largo plazo en la empresa.

Aumenta la productividad. Las personas que se reciclan de forma continua poseen las competencias, habilidades y conocimientos necesarios para el desempeño de su trabajo. Y lo más importante: están actualizados. Todo ello aumenta la productividad.

Aumenta la confianza en el equipo. Si sabemos que las personas están formadas y motivadas, confiaremos en su capacidad para realizar su trabajo de forma efectiva, proporcionando unos resultados de calidad.

Mejora el clima laboral. Cuando el empleado siente que gracias a su trabajo puede demostrar sus competencias y habilidades, y que por lo tanto confían en él, su relación mejora con los demás miembros del equipo, ya que se pasa de tener una relación competitiva a una colaborativa.

Fomenta la promoción interna. Cuando una empresa deposita y demuestra confianza en sus empleados, proporcionándoles formación, éstos buscarán el reconocimiento, la mejora de su posición y la estabilidad en la propia empresa.

 

 

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