Javier Martín, más conocido como Javi Martín, es un actor y presentador de televisión que se ganó un lugar en nuestros hogares en la década de los 90. Con él compartimos muchas sobremesas de sábado en 1996 cuando empezó a copresentar Caiga Quien Caiga, y muchas sonrisas con sus apariciones en series de éxito como Canguros o Médico de Familia.
Su participación en programas de televisión y radio fue habitual durante la primera década de los 2000, pero desde 2010 le perdimos un poco la pista. Tras su etapa televisiva, se dedicó al teatro alejándose del foco mediático en el que se encontraba, pero hoy conocemos el verdadero por qué. El conocido presentador ha roto su silencio para contar en primera persona cómo ha vivido la enfermedad mental: un trastorno bipolar y continuas depresiones de las que, asegura: “se acaba saliendo”. Su testimonio se convierte hoy en luz para muchas personas con enfermedad mental que buscan empleo y para las empresas que aún sienten reticencias a la hora de contratarlas pues su trastorno bipolar ha mantenido intacto su talento y, de hecho, hoy se siente una persona «más segura y más capaz” que antes del diagnóstico. Para muestra un botón, recientemente ha estrenado Liados en el Teatro Cachivaches, una obra con la que planean hacer gira el próximo año. Además, actúa en la obra teatral Grave indecencia: los tres juicios a Oscar Wilde que podéis ver el próximo 18 de octubre en TeatroLab Madrid y presenta el programa mensual Esta vida loca de Radio La Barandilla.
Lo primero gracias, Javi, por tu tiempo. Para los que te seguimos desde hace años y te admiramos es un gran honor que nos concedas este rato con motivo de la II Semana de la Salud Mental y Empleo de la Fundación Adecco. Para las personas que no están familiarizadas con el trastorno bipolar, ¿cómo lo definirías?
Al principio fue difícil saber exactamente lo que tenía porque hasta pasado un tiempo no tuve las dos fases: el proceso maniaco –al que prefiero referirme como “elevaciones”– y la depresión. Cuando pasé ambas fases ya supieron que efectivamente era bipolar.
Cuando estás arriba la realidad que tú vives es totalmente distinta a la que los demás perciben. Es curioso porque sientes cosas espectaculares, realidades paralelas, presencias de otros mundos... Sientes una especie de telepatía muy extraña y a mucha gente le da por la espiritualidad como fue mi caso.
“Tú realmente no te quieres quitar la vida, quieres acabar con el dolor, con esos pensamientos y sensaciones”
Además, tienes una energía muy potente. Te puedes tirar toda la noche sin dormir, salir de fiesta y seguir con mucha energía. En ese momento pensé que era lo normal, lo que sentía todo el mundo. Pero después de esas subidas, llegan las bajadas; unas depresiones muy fuertes, tan fuertes que llegas al punto de querer quitarte la vida. Es un dolor tan intenso, un sufrimiento constante día tras día durante meses. Tú realmente no te quieres quitar la vida, quieres acabar con el dolor, con esos pensamientos y sensaciones. En mi caso, no había nada fuera de mí que estuviera mal. Tenía una pareja estupenda, unos amigos estupendos y mi familia estupenda. Tenía un buen trabajo. Ganaba dinero. No había nada por lo que preocuparse, pero a mí cualquier cosa se me hacía un mundo. Me tenían que acompañar al teatro porque yo no me podía mover solo de casa. Es un sufrimiento inaguantable.
¿Cuándo empezaste a sospechar que te pasaba algo? ¿Crees que hubo algún detonante?
A los 39 años mi cabeza pegó el primer petardazo; en aquel momento tenía mucho estrés por una persona en concreto y era fumador de porros. Pasé una adolescencia de marcha y excesos. Dicen que esas pueden ser las razones. También estaba tomando una medicación muy fuerte para la hepatitis, y decían que podía haber interferido. Me la quitaron inmediatamente. Es verdad que las drogas y el alcohol no ayudan, pero pueden ser muchas las causas, desde familiares o exteriores, o incluso puede que en tu familia haya predisposición genética.
Las personas más expuestas al público, ¿crees que también estáis más expuestos a las depresiones? En tu caso, ¿crees que influyó la volatilidad e incertidumbre del mundo televisivo para que se activara la depresión?
No creo que me afectara. Yo ya estaba en otra fase, me dedicaba más al teatro y ya había pasado la etapa de la televisión en la que era muy conocido y me paraba mucha gente por la calle. No lo llevaba con estrés ni me alteraba en absoluto el hecho de ser más o menos popular. Nunca me afectó realmente.
“Me pareció más importante lo que pudiera aportar con mi historia que mi carrera como actor”
En lo relativo a tu carrera profesional, ¿cómo crees que te puede afectar el explicar públicamente tu diagnóstico?
Cuando estaba en la depresión tenía claro que de ahí no se podía salir. La sensación era como estar en un pozo oscuro y profundo. Miraba para arriba y no veía luz. Por mucho que me dijeran que se podía salir, yo veía que no. Cuando por fin salí y estuve estable durante un tiempo tenía en mente a toda la gente que está o que estaba en esa misma situación y quería decirles que sí, que se puede salir.
Con el tiempo, conocí a la Asociación La Barandilla con los que colaboro desde entonces. Al principio no me sentía preparado para hablar, pero un día decidí que tenía que hacerlo sin pensar en las consecuencias. Me parecía más importante lo que pudiera aportar con mi historia que si me llamaban como actor. Hasta el momento la respuesta por parte de la gente del medio –compañeros, actores, directores– ha sido muy buena.
La depresión y los suicidios en España son temas que tocan a todo el mundo. Todos conocemos a alguien que ha pasado por una depresión, que ha tenido un intento de suicidio o que se ha suicidado. Cuando lo conté en los medios, de repente mucha gente me empezó a contar sus historias con sus padres, hijos y hermanos. A mí eso me da mucha fuerza.
También es verdad que yo trabajo en un medio que es muy diferente: el medio de los artistas. El alterado mental dentro del mundo del arte se entiende de otra manera que si trabajas en una oficina o en un banco. Se dice que los actores estamos un poco locos.
“Cuando tuve mi primera depresión estaba trabajando, pero con ayuda, pude continuar”
¿En qué momento decides volver a trabajar?
Mi caso fue un poco especial porque yo estaba trabajando en el momento en que mi cabeza tuvo el primer petardazo. En aquel momento me sustituyeron en la obra de teatro donde trabajaba, pero, con ayuda, pude continuar. Hacía tres días y el otro compañero hacía dos. Después de aquel momento, vino la depresión y para mí el pensar que me iban a despedir se convirtió en una losa mayor porque pensé que en el estado en el que estaba no les sería útil.
Muchas veces tuve que ir acompañado al teatro para poder salir al escenario porque me sentía incapaz de poder actuar, pero fue gracias a que el empresario que me contrató todavía confiaba en mí y que creo que estaba algo familiarizado con temas de trastornos mentales. Además, he trabajado con amigos directores que siempre han sabido lo que me pasaba y teníamos la confianza para que me apoyaran en mi trabajo.
Hubo una vez que yo estaba con una depresión muy fuerte y un amigo director, Gabriel Olivares, me llamó para trabajar en una función suya. El papel era muy largo y yo me sentía incapaz. Le dije que no podía hacerlo. Él insistió y me dijo que me daba un papel más pequeño, pero quería que siguiera dentro de la obra. Pensó que me iba a venir bien. La verdad es que me hizo el favor de mi vida. Para mí, aun estando en una depresión poder ir a trabajar me vino muy bien, pero en otros casos yo entiendo que los empresarios tienen que entender que cuando uno cae en una depresión a lo mejor tiene que pedir una baja, exactamente igual que si tiene un problema de espalda o se le ha roto una pierda. En ese sentido, los empresarios tienen que apoyar a la gente y considerar que de los trastornos mentales se sale con apoyo y tiempo.
“Trabajar es sentirme útil y estable. Cuando estaba en el peor momento de mi vida, subirme al escenario era el único momento en el que me podía olvidar de mí mismo”
¿Qué dirías que aporta el empleo a las personas y, en especial, a las personas que tienen una enfermedad mental?
Es importante distinguir dos situaciones. Por un lado, hay personas con un trastorno mental que les impide trabajar, y que el estado y la seguridad social tienen que dar apoyo y una ayuda económica según sus necesidades. Y, por otro lado, personas como yo –que somos miles y miles– que tenemos un trastorno mental, en mi caso bipolaridad, y que tratados y estabilizados llevamos una vida completamente normal.
Para mí, ir a trabajar es sentirme útil. Hago lo que me gusta en una profesión que me apasiona. Me sirve para estar estable, pero como a cualquier otra persona que tiene un trabajo y que quiere ir a trabajar. Cuando estaba en el peor momento de mi vida, en la depresión, recuerdo que subirme al escenario era el único momento en el que me podía olvidar de mí mismo, dejaba de ser yo; salía al escenario y todos los problemas se acababan. Lo que pasa es que mi trabajo es distinto al de los demás. Ser actor es convertirte en algo que no eres tú, pero entiendo que para una persona con depresión o trastorno mental que está pasando por un mal momento en su situación sea complicado ir a trabajar. Por eso el estado y los empresarios deben apoyar que esa persona pueda darse de baja si lo necesita.
Es más, considerando que 1 de cada 4 personas en el mundo sufrirá o ha sufrido un trastorno mental no podemos mirar para otro lado. No podemos no contratar al 25% de la población, eso repercute en nuestra sociedad y en nuestra economía también. Hay que apoyar a las personas que tienen trastornos mentales. Alguien de tu entorno lo va a vivir. ¿Queremos que esa persona no tenga trabajo? Son nuestra familia, nuestros amigos, no podemos mirar hacia otro lado.
¿Existe un riesgo de romantizar el trastorno mental en el mundo del arte?
En el trabajo cuando se dice que alguien tiene un trastorno mental, lo primero que nos viene a la mente es un señor con un cuchillo. La gente no sabe bien qué significa ser bipolar. Es un problema creado por los medios de comunicación. Se fijan solo en el morbo y en lo que vende, pero no en la otra cara del trastorno mental.
En la gran mayoría de los casos se puede llevar una vida completamente normal, como es mi caso. Me he vuelto a subir al escenario y voy a estrenar nuevas obras pronto. Por las noches, me tomo mis tres pastillas y llevo una vida feliz, incluso más feliz de lo que yo era antes de que me diagnosticaran trastorno bipolar.
La prensa tiene la labor de comunicar claramente qué son los trastornos mentales. Es necesario concienciar y sensibilizar sobre cómo prevenir los suicidios o cómo tratar la depresión. Cuando tienes un dolor del alma o de la mente nos cuesta tratarnos. Está mal visto que una persona diga que toma ansiolíticos o antidepresivos. No pasa nada, lo malo es cuando lo necesitas y no lo tomas.
“Cuando un trabajador le dice a un empresario que tiene enfermedad mental, directamente no le contrata”
¿Crees que el estigma de la enfermedad mental se convierte en una gran barrera para acceder al mercado laboral?
Sí, absolutamente. Creo que cuando un trabajador le dice a un empresario que tiene una enfermedad mental, éste último directamente no contrata. Es más probable que le contrate si le dice que tiene cualquier otra enfermedad.
Hay un problema de educación a la sociedad, en general, y a los empresarios, en particular. Los medios de comunicación dan una imagen muy sesgada de lo que son los trastornos mentales y las enfermedades mentales; solo muestran ese momento en el que una persona con un trastorno mental comete un delito y esa es la imagen que tiene la gente. Los empresarios mismos tienen miedo de contratar, pero realmente hay que decirles que la mayor parte de la gente con problemas mentales se puede tratar y llevar una vida completamente normal como es mi caso. También tiene que haber una labor de concienciación de que todos trabajamos a una. El mismo empresario podría tener mañana un problema de salud mental. Entre todos tenemos que apoyarnos de alguna manera para que las enfermedades mentales no sean un hándicap a la hora de ir a buscar trabajo.
¿Cómo de importante es el entorno que te rodea para superar estas situaciones?
Para mí el entorno fue indispensable. Yo tenía una cosa muy buena y es que hablaba muchísimo con mi entorno. Les contaba cómo me sentía, e incluso llegué a decirle a alguno de mis amigos que me quería quitar la vida. Eso les puso en alerta.
Además, en mi familia cuando alguno de nosotros se encuentra mal, hacemos todos una piña. Se encargaron de cuidarme, pasé de mano en mano en muchos momentos, sobre todo cuando estaba para arriba porque estaba incontrolable. Mi entorno me facilitó las cosas.
También es muy importante que la gente se informe y entienda que las personas que tenemos trastornos mentales no actuamos así por fastidiar a los demás, sino porque no lo podemos evitar. Se trata de un desajuste en el cerebro que se arregla con química y un poquito de tiempo. Los familiares tienen que entender que lo importante es acompañar a esa persona. Pero es verdad que tener un trastorno mental, sobre todo cuando es agudo y no está controlado, es difícil de llevar.
Cuando una persona es diagnosticada con un trastorno mental, la gran mayoría de las veces pasa por una etapa de negación. En tu caso, ¿fue fácil esa aceptación del diagnóstico?
No, esto es un proceso largo y ahora puedo contarlo desde la tranquilidad y el sosiego. He pasado por etapas de no querer tomarme las pastillas, de creer que ya estaba bien e incluso de hacerle creer a mi pareja que me las tomaba cuando no lo hacía.
Por suerte tengo un protocolo que me ha servido muchísimo, pero me ha costado años entenderlo. Cuando estás elevado muchas veces tú no eres consciente, vives una realidad paralela. Cada vez que yo me elevaba, me reunían mi pareja, una amiga y un amigo psiquiatra a tomar un café. He pasado por fases. Al principio llegaba a cabrearme cuando me decían que estaba elevado. Con el tiempo entendí que tengo un trastorno y que ellos lo hacen porque me quieren.
Cuando me dicen que estoy elevado, voy a la psiquiatra sí o sí, independientemente de que yo piense que no lo estoy. Generalmente tienen razón, pero ha habido casos en los que de repente por estar más eufórico de lo normal, saltan las alarmas, y resulta que no estoy elevado. Aunque se equivoquen yo ya he entendido que lo hacen porque me quieren.
Es un protocolo difícil de seguir porque tienes que dar confianza a los demás y además la confianza de que se puedan confundir. No pasa nada porque yo vaya a la psiquiatra sin que sea necesario. Mejor poner la tirita antes que la herida.
“Tengo una personalidad alegre. La depresión es algo que no tiene nada que ver conmigo”
Este protocolo que pones en marcha con las elevaciones, ¿funciona igual con las depresiones? ¿Eres capaz de reconocer cuando llegan?
Las elevaciones no las veo venir, pero la depresión sí. Yo tengo una personalidad alegre y cuando empiezo a notar que estoy un poco triste, que mis pensamientos son negativos, que tengo miedo al futuro digo esto no es mío. Yo mismo me prometí un día, cuando ya me sentía estable, que no volvía a pasar por una depresión en mi vida porque es lo más duro que he vivido jamás. En el mínimo momento en que sienta que voy para abajo yo mismo digo llevadme a la psiquiatra. En mi caso, la depresión es algo que no tiene nada que ver conmigo. La reconozco cuando llega.
¿Qué valores o cualidades crees que tienes ahora pero no tenías antes de ser diagnosticado trastorno bipolar? En otras palabras, ¿qué aspectos positivos te ha aportado esta experiencia de vida?
Hay cosas en las elevaciones que son rescatables, extrañísimas, pero que me han servido para ver el mundo desde otro punto de vista. Pero la depresión es lo que más me ha ayudado. El haber llegado a un momento en el que casi me quito la vida, desde esta misma terraza, y superarlo. Pienso mucho en ese momento crítico; cuando me meto en la cama y lo recuerdo, pego un bote siempre.
Cuando pasa el tiempo, se queda algo inconsciente y es el hecho de que sabes que podrías no estar en esta vida. Desde aquel momento, todo lo que ha sucedido podía no haberlo vivido. Entonces me doy cuenta de que podría no haber pasado tiempo con mi pareja, ver amaneceres, tomarme un café en la terraza de abajo, estar con mis amigos en una terraza de risas... Todo cobra un sentido mayor y además ahora soy consciente de que un día me voy a morir. Ese día llegará.
“Al responsable de RRHH le diría que hable con esa persona y no prejuzgue la situación antes de conocerla”
¿Qué le dirías al responsable de RRHH si tiene en sus manos el CV de una persona con enfermedad mental?
Al responsable de RRHH le diría que hable con esa persona y no prejuzgue la situación antes de conocerla. Si yo estuviera delante de una persona de RRHH le diría que he pasado por una etapa muy mala en mi vida, pero que ahora cuidándome y tomándome con mi medicación, estoy estable. A lo mejor resulta que una persona con un trastorno mental se cuida muchísimo más en otras cuestiones que una persona que no lo tiene.
También le diría que confíe en que esa persona se va a cuidar, y que si algún día tiene un problema habrá que actuar exactamente igual que con a una persona que tiene otro tipo de problema, desde un ataque al corazón a un problema del riñón. Se le da de baja y se espera a que se recupere. Todo empresario debe apoyar a sus trabajadores.
“La persona que va a buscar trabajo también tiene una responsabilidad que es cuidarse, tratarse y todo eso se lo tiene que trasmitir al empresario”
¿Qué le dirías a una persona que está ahora mismo en el fondo y cree que nunca podrá superarlo? Siempre se dice que “se sale” pero cuando estás tan abajo cuesta mucho creerlo…
Le diría que yo he pasado por eso. He estado en una depresión muy profunda, a punto de quitarme la vida. Sé que en estos momentos está pensando que no puede salir de ahí, que es imposible, pero yo le digo que tranquilidad, que lo cuente, que lo hable con amigos, familiares, que se ponga en manos de psicólogos y psiquiatras, que siga la medicación si es necesario. Esto es un proceso y con paciencia va a poder salir. Yo salí muchísimo más reforzado que antes de la depresión cuando por fin la superé.
¿Qué le recomendarías o qué mensaje de motivación trasladarías a una persona con enfermedad mental ante el reto de la búsqueda de empleo?
La verdad es que es un reto difícil porque en esta sociedad decir que tienes un trastorno mental ya genera rechazo, así que a una persona que está buscando trabajo le diría que confíe en sí misma, que vaya segura de quien es, que se exprese bien y que cuente la situación en la que está. La persona que va a buscar trabajo también tiene una responsabilidad que es cuidarse, tratarse y todo eso se lo tiene que trasmitir al empresario; pero entiendo que es difícil porque hay un estigma social que tenemos que romper. A día de hoy existen muchas barreras para las personas con trastornos mentales.
También hay que hacer que esa persona se interese por las personas con discapacidad y con trastornos mentales e investigue, que no se quede solo en que trastorno mental equivale a discapacidad y barrera. Es fundamental que hagamos entre todos un esfuerzo para educar a todas las personas y transmitir que podemos perfectamente realizar trabajos muy diversos y muy difíciles. Subirse a un escenario no es nada fácil. Hay un momento de tensión muy potente y yo gestiono mis momentos de estrés muy bien, te diría que mucho mejor que muchas personas que no tienen trastornos mentales. Yo ahora soy una persona más segura, más capaz y me quiero muchísimo más que antes de que me diagnosticaran trastorno bipolar. A veces tener un trastorno mental o una discapacidad tiene hasta cosas positivas y hay que encontrarlas.
A día de hoy, todo el que tenga una discapacidad y un trastorno mental lo tiene un poquito más difícil. Sería absurdo decir lo contrario. Pero luego está la lucha interna de cada uno. Hay que decirse “yo puedo, yo soy capaz y yo voy a salir de esto”. Ves cosas por ejemplo de bailarines que de repente les amputaron una pierna y hacen cosas maravillosas encima del escenario, o gente con problemas de movilidad muy graves que hacen deportes increíbles que yo no soy capaz de hacer. Es importante saber que hay muchas barreras que nos imponen los demás, pero que uno mismo puede romper y llegar a conseguir muchas más cosas de las que en principio pensó o le dijeron que iba a poder hacer. Yo creo que las barreras están sobre todo en la mente. Cuando rompes tus barreras mentales puedes llegar muy lejos. Si tienes barreras en tu mente, te haces pequeñito y eso hay que romperlo.
“La prensa debería no solo tratar la parte morbosa de los trastornos mentales y ejercer una labor normalizadora”
A raíz de la crisis sanitaria por la COVID19, se prevé un aumento de diagnósticos relativos a la salud mental, tanto por el estrés vinculado a la situación como por las consecuencias económicas (cuadros de ansiedad, depresión…). ¿Crees que como sociedad damos la importancia que se merece al bienestar mental?
La gente tiene claro que lo más importante en esta vida es la salud, el dinero y el amor. El problema es que no están pensando en la salud mental. Hay que entender que tú puedes tener un problema de corazón y ser feliz, un problema de cadera y ser feliz, un problema en el hígado y ser feliz…, pero cuando tienes un problema de salud mental, cuando tu mente no está bien, no eres feliz. Hay que tratar la salud mental, hay que invertir en salud mental.
La prensa habla poco de salud mental, pero a los políticos ni se les espera. Se habla de invertir en salud, pero no se piensa en salud mental. No hay psicólogos en la sanidad pública, todo el mundo sabe que cuando necesitas un psicólogo o psiquiatra te lo tienes que pagar tú. Yo me lo pude pagar y me ayudó muchísimo, pero hay muchísima gente que no se puede permitir pagar 70 euros o 100 euros como yo pagué por un psiquiatra.
¿Qué le dirías a alguien que trabaje o conviva con una persona con trastorno bipolar?
La depresión y los trastornos mentales están tan extendidos que es algo que nos puede tocar a todos. No podemos mirar para otro lado porque a alguien le haya tocado un trastorno mental. Te podría tocar a ti, a tu hermano o a tu hijo.
En primer lugar, necesitamos implicación de la sociedad. Es importante que esté informada, que sepa lo que hay que hacer cuando una persona tiene un trastorno mental, una depresión y sobre todo cuando hay peligro de que esa persona se suicide. Se pueden evitar los suicidios. De hecho, en los lugares donde se han hecho planes de prevención contra el suicidio, como en Baleares, se han reducido un 30%. Son muchas personas y muchas familias que no están destrozadas.
También es fundamental la implicación de la prensa. Tienen que hablar no solo de la parte morbosa de los trastornos mentales, sino también de gente que vivimos una vida completamente normal o quizá de personas que necesiten de más atención.
Y, por último, implicación política. Tienen que invertir en salud mental y proporcionar recursos: más psiquiatras en la sanidad pública, pero sobre todo que estén todos informados de qué es lo que hay que hacer cuando llega una persona con trastorno de salud mental. A lo mejor a un médico de cabecera le da vergüenza preguntar si una persona tiene tendencia suicida.