Entrevista a Abelardo Rodríguez, coordinador técnico de Red de Atención Social a personas con enfermedad mental de la Consejería de Políticas Sociales y Familia de la Comunidad de Madrid.
7 de cada 10 personas con discapacidad a causa de diagnóstico de salud mental no tiene empleo ni lo busca. La tasa de actividad de este tipo de discapacidad es de las más bajas: un 29,1%, frente al 40,7% de activos con discapacidad física, 31,1% con discapacidad intelectual y 50% con discapacidad sensorial. Las personas con enfermedad mental se enfrentan a mitos y estereotipos que dificultan su inserción social y laboral.
Enmarcado en la Semana de la Salud Mental y Empleo de la Fundación Adecco con motivo del Día Mundial de la Salud Mental, el próximo 10 de octubre, hemos hablado con Abelardo Rodríguez, psicólogo con más de 30 años dedicado a la enfermedad mental y actual coordinador técnico de Red de Atención Social a personas con enfermedad mental de la Consejería de Políticas Sociales y Familia de la Comunidad de Madrid. Esta consejería cuenta a día de hoy con 6.669 plazas repartidas en 225 centros y recursos de atención social especializados. En el ámbito laboral, esto se traduce en 27 CRL (Centros de rehabilitación laboral) donde, a lo largo del 2019 se atendieron a 1762 usuarios de los cuales 1.121 tuvieron actividad laboral.
Cuando hablamos de que los Centros de Rehabilitación Laboral son para personas que cuentan con un trastorno mental grave y duradero, ¿a qué nos referimos? ¿cuál es el diagnóstico de estas personas?
La salud mental es un campo muy amplio. Estamos en un momento social donde hay una creciente psicopatologización de la vida cotidiana y tendemos a psiquiatrizar todos nuestros problemas. Así, la tristeza se convierte en depresión, el dolor por la pérdida de un ser querido en dolor patológico, etc. Pero no todos los problemas que sufren las personas son trastornos mentales. Nosotros trabajamos con un colectivo que denominamos “personas con trastorno mental grave”, que son aquellos que sufren problemas más importantes de salud mental.
En torno al 15% de la población padece ansiedad: ésta a veces produce mucho malestar y disconfort, pero no dificulta tanto tu funcionamiento personal laboral o social como una esquizofrenia o como un trastorno bipolar en fase activa. Por eso nosotros no trabajamos con cualquier problema de salud mental, sino con aquellos más graves. Especialmente el espectro de la de psicosis, de la esquizofrenia, del trastorno bipolar y de trastornos graves de personalidad porque son aquellos que más afectan al funcionamiento sociolaboral de las personas.
Trabajamos en esta red, que coordino desde hace ya más de treinta años, con personas cuyo perfil psicopatológico prototípico es, en torno a un 60% con el diagnóstico de esquizofrenia; en torno a un 15% con diagnósticos de trastorno bipolar; y en torno a un 17% con trastornos graves de personalidad. Por tanto, no trabajamos con cualquier persona que pueda tener una posible etiqueta de salud mental.
Como te decía antes, existe una creciente psicopatologización de la vida cotidiana. Si ahora coges el DSM 5 (manual que recoge todos los trastornos mentales actualizados), hay más de 500 etiquetas psiquiátricas; en el DSM3 había menos de la mitad. Hoy a casi cualquier problema puedes buscarle una etiqueta de trastorno mental, lo cual, a mi juicio, no es demasiado bueno ni positivo, ni, incluso, correcto.
Tras tu experiencia en estos últimos 30 años, ¿cómo crees que ha ido evolucionando la percepción de la sociedad en relación a las personas con diagnóstico trastornado mental grave?
En estos 30 años la evolución, vista en general y con la perspectiva del tiempo, ha sido muy positiva. Otra cosa es que los problemas del estigma y del rechazo social siguen estando ahí.. Te pongo dos ejemplos sacados de anécdotas personales: hace 15 años yo no pude abrir varios centros en distintas zonas de Madrid por el fortísimo rechazo vecinal. Aunque hicimos una labor de información y se organizó una asamblea vecinal, después de 5 horas de explicaciones no hubo manera de convencerles, por lo que no pudimos poner en marcha este centro. Y al año siguiente, en otra barrio totalmente distinto (el primero estaba en la zona noreste y éste en el sur), tampoco pudimos porque la gente tenía miedo de tener uno de nuestros locales cerca de su domicilio. Relacionaban nuestro centro con personas peligrosas, impredecibles e inmanejables.
Nosotros fuimos aprendiendo que hay que trabajar mucho con el estigma y cada vez hay menos rechazo. Es cierto que, como el cangrejo, damos un paso delante y a veces un paso atrás. Estos últimos son frecuentes cuando los medios de comunicación sacan noticias de crímenes y los asocian a la enfermedad mental del causante. Esto vuelve a reforzar esa idea estereotipada de que los enfermos mentales son peligrosos.
La aceptación en los barrios no ha sido cosa de un día para otro, sino cuestión de muchos años de sensibilización y de actividades conjuntas con vecinos. Hace 30 años apenas había recursos de atención comunitaria para personas con enfermedad mental y hoy, en la Comunidad de Madrid, hay casi 7000 plazas y más de 200 centros en barrios.
“Los estigmas y estereotipos se combaten con estrategias de contacto, es decir, a través del contacto directo con personas con problemas de salud mental”
Hemos aprendido que no hay que hablar tanto de la enfermedad mental como de las personas y sus capacidades. Los estigmas y los estereotipos no se cambian sólo con la información: lo que es más eficaz son lo que llamamos “estrategias de contacto”. Consiste en no centrarnos tanto en hacer pedagogía de la enfermedad (explicar la evolución concreta o del riesgo de que una persona con esquizofrenia cometa un delito es menos que entre la población en general, etc): eso impacta poco. Lo más efectivo es el contacto directo con personas con esta problemática y que se las conozca en sus capacidades. De ahí que cada vez realizamos más estrategias de contacto en la lucha contra el estigma.
Por ejemplo, hace 15 años, en la zona de Usera, abrimos otro CRL con un fortísimo rechazo vecinal, aunque al final lo pudimos abrir. Llegó la crisis económica en 2011 y 2012 y ese centro organizó un ropero solidario. Pues bien, de repente, los que unos años antes se manifestaban contra el centro, se ven en la necesidad de acudir a recoger ropa para su familia porque están en situación de vulnerabilidad. Y son atendidos por las personas que ellos creían que eran inútiles, incapaces y peligrosas: eso cambia la percepción.
Los centros, que cada vez hay más, además están abiertos a la comunidad. Eso significa que si yo tengo el centro de la rehabilitación laboral, tiene una sala de informática, se permite a la asociación de vecinos o de jóvenes del barrio que, a partir de las 5 de las 6 de la tarde, utilicen esta sala. Eso contribuye a que ese lugar no pueda señalarse como el centro de los “raros” o de los “peligrosos”. Es un recurso del barrio y cuando un vecino va, no se encuentra con la etiqueta de la esquizofrenia.
Por eso después de 30 años, la situación no es que sea perfecta pero sí que ha mejorado. En los últimos CRL que hemos abierto no ha habido ningún rechazo vecinal; quizás alguna resistencia que con el tiempo cambia. De hecho, aprendimos hace ya muchos años que cuando voy a abrir un centro no hay que decir que abre un centro para enfermos mentales, sino que cuento que es un centro para personas con dificultades. Y cuando tú, en vez de imaginarte al loco peligroso, vas por la acera y ves un local donde entra y sale gente que son como tú -algunos son hasta tus vecinos- tu percepción ya es distinta. Dejas de tener esa imagen estereotipada de “loco peligroso”.
Ha salido la palabra clave: “estigma”. Entiendo que a nivel comunitario se pueden crear esos espacios de encuentro, pero hay en el mundo laboral existen aún más barreras, ¿cuáles son las dificultades que más destacarías?
Te voy a decir primero una cosa que quizá te sorprenderá: hay menos dificultad de lo que parece. Se dice mucho lo de “el mercado laboral no integra” y claro que hay dificultades. Pero cuando tú trabajas con una persona y la pones en condiciones de trabajar: la entrenas, le refuerza sus capacidades y le acompañas; y al mismo tiempo, al empresario o le apoyas y le acompañas, las dificultades disminuyen. Muchas tenemos la tentación de “venderle la moto” diciéndole que contrate a enfermos mentales “porque son muy buenos en esto o en aquello. Pero no, lo que hay que decirle es “contrata a María González, grabadora de datos: capaz de grabar datos de un modo adecuado”.
Mira, en el año 93 conseguimos que la Consejería de Economía diera subvenciones adicionales por contratar personas con enfermedad mental. No fue ningún éxito porque los empresarios no te contratan por la subvención. Te contratan porque tienen una necesidad en un puesto de trabajo y quieren una persona que la cubra. Si luego tienes una subvención fenomenal, pero el primer motivo no es la subvención: es que pueda desempeñar el puesto de trabajo.
“Los programas de inserción laboral tienen que ser flexibles e individualizados. Muchas veces son fallidos porque no se les da tiempo suficiente”
Lo que aprendimos es que había que hacer un trabajo de mediación. Primero de preparación de la persona y luego de intermediación con el mercado laboral; y de hacer pruebas. Nosotros utilizamos mucho las prácticas no laborales. Cuando nos enteramos de que una empresa necesita un trabajador, le pedimos que nos deje probar durante 15 días a unos de nuestro usuarios sin que le cueste dinero. No les vendemos que le vamos a colocar a un esquizofrénico, sino a una persona capaz de cumplir con las exigencias del puesto. Les decimos que va a venir Juan, Pedro, María a probar. Y cuando pasan esos días en el mismo entorno, ya no ven a un enfermo, sino que ven a Juan, Pedro, María… Y esa primera barrera, que era muy alta, va desapareciendo y acaba convirtiéndose en una ventana que abre oportunidades. Eso no quiere decir que sea fácil, pero con tiempo y trabajo exhaustivo se puede.
Muchas veces los programas de inserción laboral son fallidos porque no se les da tiempo. A veces se pide a un programa de inserción laboral que al cabo de 6 meses o un año haya conseguido muchas incorporaciones. Y si no lo hace, es un fracaso. Pues bien, estos procesos llevan tiempo y, por lo tanto, tienen que ser muy flexibles e individualizados: no sirven las mismas estrategias para todas las personas. Por ejemplo, el empleo con apoyo se convirtió en una moda hace 15 años, como si fuera la panacea. Y es verdad que era útil, pero había que adaptarlo a las necesidades de cada persona. Probamos a crear un manual específico sobre esta modalidad y no funcionó porque, en el caso de las personas con discapacidad no los puedes lanzar directamente al empleo y luego apoyarlas, sino que tienes que prepararlos antes y durante el empleo. Esto sí que funcionó y por eso incorporamos preparadores laborales dentro de los CRL, para que atendieran las necesidades específicas de cada persona y se llevaran a cabo planes individualizados.
Una de las dificultades que experimentan las personas con discapacidad mental cuando buscan empleo es el no saber qué contestar en el momento clave de la entrevista de trabajo: cuando el técnico de selección le pregunta en qué consiste su discapacidad. En ese caso, ¿qué aconsejas?
Los dos sabemos que es una cosa que no debería ocurrir y que el candidato no tiene por qué desvelar su discapacidad, pero la realidad es que ocurre. Y es lógico: si una persona llega a una entrevista y enseña su certificado de discapacidad, pero oculta cuál es, hace desconfiar al entrevistador. Creo que deberíamos empezar por cuestionar si es necesario que toda persona con una enfermedad mental debe sacarse el certificado de discapacidad. Hoy en día se ve como una premisa, pero es que hay que valorar si es útil para el usuario: en el caso de una esquizofrenia, es muy diferente si la padece un joven de 18 años o una persona de 50. Y, a veces, personas con certificado de discapacidad se lanzan al mercado laboral sin enseñarlo. Hay que valorar cada caso.
“Parece que a las personas con discapacidad les exigimos ir con un cartel en el pecho contando lo que tienen”
Por otro lado, cuando los técnicos de apoyo a la inserción laboral hablamos con las empresas, es obvio que tenemos que contarles quiénes somos y a qué nos dedicamos. Pero debemos focalizar nuestro discurso en las capacidades de nuestros usuarios y en lo que pueden ofrecer a la empresa; y no entrar tanto en la etiqueta psiquiátrica o en la discapacidad. Porque parece que a las personas con discapacidad les exigimos ir con un cartel en el pecho contando lo que tienen. Esto hay que cambiarlo porque ni a ti ni a mí no nos obligan a hacerlo contando nuestra orientación política o sexual. Les ponemos la etiqueta de “Juan, el esquizofrénico”, y lo que debería ser es “Juan, reponedor al que le gusta la música. Vive con su familia y tiene una hermana que estudia Magisterio. A la vez va al psiquiatra porque tiene una esquizofrenia y llevaba estabilizado 5 años. El año pasado tuvo una situación complicada y recayó”.
“Las personas somos muchas cosas y a las que tienen discapacidad las reducimos solo a una”
Es que las personas somos muchas cosas y, sin embargo, a las personas con discapacidad las reducimos sólo a una y todo se interpreta en el ámbito de esta discapacidad. Nuestra población con enfermedad mental vive de un modo paradigmático: es como si estuvieran locos 365 días al año y las 24 horas al día y todo lo que hacen se interpreta en clave psiquiátrica. No es verdad. Es falso. Tú puedes ser mejor o peor persona, más sociable o menos, más o menos simpático… pero es independiente de tu enfermedad psiquiátrica.
Debemos hacer una “pedagogía infinita” y explicar, explicar, explicar y volver explicar. Y cuando te cansas de explicar, volver a explicar.
Otro ejemplo: en un piso supervisado nuestro viven cuatro personas, dos de ellas son pareja. Un tercero se va de ese piso y llega uno nuevo. Este nuevo se enamora de uno de esa pareja. Pues bien, lo que se crea es un culebrón emocional, pero como es un piso de enfermos mentales, la sociedad lo juzga como una crisis psicótica. En otro centro, uno agrede a otro: pues no se puede excusar al agresor porque no tenía sintomatología grave. No se puede escudar todo en la discapacidad o en la enfermedad mental.
El acceso de las mujeres a los CRL es algo preocupante, ya que tradicionalmente han sido muy pocas, ¿por qué existe esta dificultad?
Siempre ha habido una doble discriminación. Una mujer con enfermedad mental llegaba menos a los recursos, a los centros de rehabilitación laboral y al empleo. Tiene que ver con muchos factores que van cambiando con el tiempo pero que todavía siguen presentes.
Por ejemplo, en términos de incidencia no hay más esquizofrénicos varones que esquizofrénicas mujeres, aunque es cierto que la evolución de la enfermedad es distinta en hombres y mujeres.
Sin embargo, lo que más influye en esta discriminación han sido las diferentes expectativas que tradicionalmente han tenido las familias dependiendo de si su hijo era mujer o varón: no era lo mismo lo que se esperaba de una hija con esquizofrenia que de un hijo varón. Con un varón, en general, siempre se han demandado más recursos y apoyos para que salga de esa situación y pueda salir de casa. Pero con las hijas, las familias se conformaban con que ayudara en casa y echara una mano con los roles domésticos tradicionalmente atribuidos a las mujeres.
Por otro lado, los propios profesionales también caemos en ese juego. El sexo del psiquiatra que deriva de un centro influye. Las mujeres psiquiatras de un centro de salud mental derivan más a mujeres con enfermedad mental, aunque es algo que ha ido cambiando con el tiempo.
Para acabar con esta doble discriminación hemos intentado trabajar mucho con los Servicios de Salud Mental, que son los que derivan a estas personas a los CRL. De hecho, hemos conseguido recuperar un punto porcentual cada año y hoy ya estamos en un 39% de mujeres atendidas respecto al 61% de hombres. Ahora tenemos acuerdos con los centros de salud mental de mecanismos de discriminación positiva, para que, en caso de que haya que elegir entre dos personas con el mismo grado necesidad, se derive antes a la mujer que al hombre al Centro de Rehabilitación Laboral.
Todo esto se lleva a cabo con flexibilidad y depende del diagnóstico: obviamente, si hay un caso más urgente, se priorizará independientemente del sexo. Lo que pretendemos es corregir esa desviación y, de hecho, hay centros que ya han conseguido esa paridad, pero debemos seguir trabajando, sobre todo en los CRL más antiguos. Además, paradójicamente, las mujeres llegaban más tarde, peor y con más dificultades; y sin embargo, se integraban mucho mejor. Por lo tanto, si conseguimos que lleguen antes y con menos dificultades, se recuperarán aún mejor.
¿Cómo ha afectado este tiempo de confinamiento en los CRL y en las personas con enfermedad mental?
En nuestras residencias hemos lamentado el fallecimiento de tres mujeres con patologías previas, pero en comparación con otras centros de personas con discapacidad, debemos sentirnos orgullosos de la respuesta que hemos tenido ante la pandemia.
Quizá se debe a que nuestros centros tienen residencias de pequeño tamaño (20 o 30 plazas), frente a otras residencias que a lo mejor llegan a las 300 plazas. Así también, la dotación de personas con ratios muy altos, y su profesionalidad junto con el comportamiento de nuestros usuarios ha sido ejemplar. No solo se ha notado la implicación, sino una creatividad fantástica no sólo con Teams o Zoom, sino en webs, grupos virtuales: montones de mecanismos e instrumentos de contacto grupal e individual que ayudaron.
Pero bien es verdad que los datos de inserción laboral de los CRL del 2020 van a ser claramente peores que los del 2019: es inevitable. En primer lugar, por los ERTE; luego, porque han cerrado empresas; y tercero, porque el desempleo va a crecer. Por lo tanto, pasaremos dos o tres años con peores resultados de los que hubo en 2019 y 2018, al igual que pasó en 2013 y 2014: las cifras empeoraron respecto a las de 2009. Muchos ya están notando las consecuencias, pero esto no significa que las personas con discapacidad tengan que dejar de buscar empleo.
Por otro lado, el teletrabajo está muy bien, pero hay que tener en cuenta que no todos los trabajos son susceptibles de esta modalidad, y por otro lado, el teletrabajo puede ser una barrera adicional para que ahonde más en la brecha digital. Nos va a tocar lidiar con ello.
Con esto, lo que defiendo es la inserción laboral de las personas con enfermedad mental es difícil, pero posible. Llevamos años demostrándolo y es fruto de años de trabajo de los centros y de los propios usuarios, que a veces llevan 15 años en un CRL y 10 de ellos en un puesto de trabajo. Ya no van todos los días al centro pero desde el CRL le llaman, el preparador laboral queda con él. Ese apoyo, aunque sea puntual permite que esa persona se mantenga en el puesto de trabajo y si le surge alguna nueva dificultad, el preparador le ayuda a superarla. Son necesarios recursos flexibles que utilicen de modo muy variado todas las estrategias de intervención y de forma muy individualizada, ya que cada uno va a necesitar a veces cosas distintas.
Nosotros en los CRL utilizamos múltiples actividades como orientación vocacional entrenamiento en hábitos básicos, etc. Pero no todo el mundo pasa por el mismo proceso: depende de las necesidades de cada uno. Trabajar con todos de la misma manera es negar la individualidad de cada persona. Antes se defendía mucho la idea del “cursillismo”; cursos para personas con discapacidad que no funcionaban porque no eran cursos orientados realmente a crear alguna carrera de preparación para el empleo. Es mejor que preparar a la persona, identifiques su objetivo laboral, conozcas su cualificación y valores qué formación va a necesitar para, por último, acompañarle a hacer esa formación. Eso sí que le va a ayudar.
Uno de los retos que ahora tenemos es acabar con la tendencia actual por la que la mayoría de nuestros usuarios se integran en puestos de trabajo de bajo nivel retributivo, que es lo que más ofrece el mercado laboral: puestos de limpieza, reponedores, etc. Debemos potenciar la formación y la cualificación para aumentar la empleabilidad, de tal manera que un recepcionista o teleoperador, mañana pueda ser auxiliar administrativo.
Debemos potenciar la formación y la cualificación para aumentar la empleabilidad, de tal manera que un recepcionista o teleoperador, mañana pueda ser auxiliar administrativo.
El hecho de que dos personas compartan diagnóstico parecido, no significa que tengan el mismo perfil profesional…
Es verdad que a veces esta enfermedad suele aparecer al final de la adolescencia, entre los 18 y los 21, que es una etapa muy importante en la que acabas el instituto y empiezas la universidad o a trabajar; y la enfermedad mental a veces interrumpe este proceso. Pero luego cada persona tiene un recorrido distinto, y no es lo mismo que a alguien le coja en cuarto de carrera, lo cual simplemente le supondrá retrasarse algún curso, a que sea en el instituto, donde los efectos de perderte varios cursos pueden ser más determinantes.
Aparte, también es determinante el apoyo y recursos de la familia para poder terminar sus estudios. No es lo mismo venir de una clase media acomodada en la que tus familiares te impelen a estudiar, que de una familia que a los 16 años te dice que debes ponerte a trabajar. A lo que voy: la clave es ver cada caso de forma individual y ver qué puede ofrecer y qué capacidades tiene, que es lo que tiene que potenciar.
El adaptarse a las necesidades del usuario puede significar también que CRL le apoye en casos en los que se sepa que la decisión que ha tomado no es estrictamente la ideal. Por ejemplo, durante la crisis teníamos personas que, aunque no estaban preparadas para trabajar, decidían hacerlo por necesidad económica y contra nuestro criterio. Pues bien, aún sabiendo que era una decisión equivocada, desde el Centro nos adaptábamos para apoyarlas y les hacíamos seguimiento.
¿Cómo crees que la crisis de la Covid 19 va a impactar en la inclusión de las personas con discapacidad en mental? ¿Y en el resto de la población?
Es evidente que la Covid 19 ha generado más ansiedad, depresión, incertidumbre y malestar. Yo tengo un amigo que lleva desde el mes de marzo en y, obviamente, él no está bien: está frustrado. Pero creo que hay que evitar convertir un elemento de la problemática en lo que define toda la problemática. Está sociedad hiper individualista y neoliberal a veces convierte problemas estructurales en problemas meramente individuales. El otro día el roto hacía una viñeta estupenda en la que salía una persona diciendo “me dicen que estoy loco pero yo lo que quiero es un trabajo”. Si hay una situación estructural de desempleo, va a ser muy difícil encontrar empleo, por mucho que me esfuerce. Pero ahora el mensaje social que está de moda es emprender. El emprendimiento es fantástico: cómo no va a ser bueno que la gente emprenda. Pero parece que si no tienes éxito el problema es tuyo, que no emprendes lo suficiente; que no estás suficientemente motivado y que no eres lo suficientemente capaz. Yo, a lo que apelo, como psicólogo, es que la dimensión psicológica forma parte de la vida, cómo no, pero no hay que reducirlo todo a ella. Hace 30 años, si tenías problemas laborales te mandaban al sindicato; hoy te mandan al psicólogo. Eso es eso es lo que critico: yo puedo tener ansiedad porque estoy en paro, pero mí problema del paro no se resuelve con ir al psicólogo. Eso alivia el malestar y quizá te enseñe estrategias de manejo de la ansiedad, pero el problema estructural de desempleo y de pobreza va a seguir. Como decía antes, la psicopatologización de la vida cotidiana no es buena porque reduce problemas complejos a dimensiones meramente individuales
«No es un problema exclusivo de la persona el no ser capaz de encontrar un empleo, de reciclarse o de cambiar de área: hay que tener en cuenta la situación compleja en la que nos encontramos»
Ahora mismo, con la Covid 19, lo que hay que hacer es dar apoyo a la gente que lo necesita. Pero no psiquiatrizar o psicologizar los problemas: a mi amigo que está en ERTE hay que darle cariño como amigo, y si le está afectando demasiado, a lo mejor necesita algún tipo ayuda profesional. Pero lo fundamental es que no sabe si va a volver a trabajar teniendo 57 años. Si volviera a trabajar, su ansiedad se rebajaría y con su red social de apoyo lo superaría. No podemos reducir todo a la dimensión individual cuando los efectos de la COVID van a suponer unos problemas sociales y económicos enormes a nivel mundial. No es un problema exclusivo de la persona el no ser capaz de encontrar un empleo, de reciclarse o de cambiar de área: hay que tener en cuenta la situación compleja en la que nos encontramos.
Muchas gracias, Abelardo, por dedicarnos tu tiempo y recibirnos aquí en la Consejería
Muchas gracias a vosotros: a vuestra entera disposición para lo que necesitéis.