"No soy discapacitado, tengo una discapacidad"- Pablo Pineda - Diversidad e inclusión
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«No soy discapacitado, tengo una discapacidad»- Pablo Pineda

«No soy discapacitado, tengo una discapacidad»- Pablo Pineda

“Discapacitado”, “minusválido”… en ocasiones, los periodistas me preguntan qué opino de estos términos y con cuál prefiero que se refieran a mí en sus artículos y reportajes. Yo siempre respondo lo mismo: “llámame sólo Pablo, gracias”. Es algo que digo con cierta sorna, claro está, pues soy plenamente consciente de que la discapacidad es lo que me convierte en noticia, al menos a día de hoy. Y lo celebro, pues creo que mi historia puede ayudar a derribar barreras y estereotipos, a través de un canal tan poderoso como son los medios de comunicación.

Persona con discapacidad: el término correcto

No obstante, es importante que los periodistas, que tanta influencia ejercen en la sociedad, utilicen el lenguaje de forma responsable, pues éste configura el pensamiento. Y ahí va una reflexión, que creo que comparten los mil millones de personas con discapacidad en el mundo: llamarnos “discapacitados” o “minusválidos” equivale a despojarnos de nuestros rasgos de individualidad y a percibirnos sólo en relación a nuestras limitaciones.

Por eso, siempre invito a mis colegas periodistas a utilizar la expresión “persona con discapacidad” pues pone a la persona en primer lugar y en segundo término a la discapacidad, como una más de nuestras características y no como la piedra angular de todo nuestro ser.  Así, con un detalle tan sencillo como anteponer la palabra persona, ponemos el acento en nuestra condición de sujeto con derechos, en lugar de reducirnos a “discapacitados”.

El otro día, sin ir más lejos, leí en un diario: “10 personas heridas en un incendio, entre ellas 3 discapacitados”. Reduciéndolo al absurdo, sería como leer: “10 personas heridas en un incendio, entre ellas 3 calvos”. Nadie en su sano juicio titularía así, ¿verdad?, pues tenemos interiorizado que la calvicie es sólo una condición de la persona, entre otras muchas, algo que aún no sucede con la discapacidad. Quizás porque los intentos de normalizarla son aún muy recientes y todavía nos encontramos con muchos tabús y estigmas que se reflejan en el lenguaje.

Creo conveniente repasar algunas definiciones. Me olvido, obviamente, de términos como “deficiente”, “impedido” o “subnormal”, que aunque no están en desuso, resultan evidentemente peyorativos.

Definición discapacitado (RAE): Que padece una disminución física, sensorial o psíquica que la incapacita total o parcialmente para el trabajo y otras tareas de la vida cotidiana.

Definición minusválido (RAE): Del lat. minus ‘menos’ y válido. Dícese del discapacitado.

Aquí una aclaración: cuando hablamos de discapacidad nos referimos a limitaciones en el aspecto físico, sensorial o mental mientras que si hablamos de minusvalía no hablamos de la limitación en sí, sino de la consecuencia social que acarrea: es la sociedad la que nos juzga  como “menos válidos” a la hora de desempeñar un trabajo. Es decir, mientras la discapacidad es un término intrínseco y personal, la minusvalía es extrínseca y cultural.

Definición Discapacidad (Convención Internacional Dchos Discapacidad)

Las personas con discapacidad incluyen a aquellas que tengan deficiencias físicas, mentales, intelectuales o sensoriales a largo plazo que, al interactuar con diversas barreras, puedan impedir su participación plena y efectiva en la sociedad en igualdad de condiciones con las demás.
¿No os parece esta última la más acertada? Puntualizo aquí que la discapacidad se tiene, no se padece (padecer significa sufrir un daño, dolor o pena).

¿Capacidades diferentes? ¿Diversidad funcional?

A veces, me preguntan también por otras expresiones que se han puesto de moda, en un alarde de dignificar nuestra condición, como “personas con capacidades diferentes” o “personas con diversidad funcional”. Por simplificar, no comparto ninguna de ellas.

  • Personas con capacidades diferentes me parece un vano intento de explicar nuestra condición, pues todos tenemos distintas habilidades, tengamos o no discapacidad. Por suerte, la expresión carece de reconocimiento alguno entre las entidades especializadas y, por tanto, en la sociedad.
  • Personas con diversidad funcional, no se entiende fuera del ámbito de la discapacidad. Además, el término da a entender que funcionamos de forma diferente a los demás, lo que lejos de fomentar la igualdad, refuerza el estereotipo.

Como veis, amigos míos, sobran los motivos para argumentar que “personas con discapacidad” es el término más correcto.  Aunque antes de terminar, vuelvo a la idea del primer párrafo: sólo hay que mencionar la discapacidad cuando realmente sea necesario, pues siempre preferimos que nos llamen por nuestro nombre, que es el que realmente nos define y representa. Yo me llamo Pablo y me siento orgulloso de ser de Málaga, de tener interiorizados los valores que me enseñaron mis padres, de haber aprendido a amar la vida, de haberme esforzado cuando parecía que no merecía la pena. Tengo una discapacidad, pero si sólo os fijáis en ella, os perderéis gran parte de mí. Pues soy, ante todo, Pablo Pineda.

Irene Gil
irenegilromero@gmail.com

Periodista. Más de una década profundizando en la situación social y laboral de las personas en riesgo de exclusión.

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