Un 38% de las familias con hijos con discapacidad se sustenta a partir de los ingresos de una sola persona. En otras palabras, sólo uno de los dos progenitores tiene empleo. En muchos casos, esta situación se debe a una elección por parte de los padres, quienes optan porque uno de los 2 trabaje fuera de casa, mientras que otro se encargue de manera directa de los cuidados que el hijo con discapacidad requiere. Son datos que se desprenden del último informe Discapacidad y Familia, elaborado por la Fundación Adecco y Delphi.
Ante esta situación, no son pocas las familias que ven dificultades para llegar a fin de mes: un 64% de los encuestados en el citado informe encuentra algún grado de dificultad para hacer frente a sus gastos mensuales. Concretamente, un 20% encuentra muchas dificultades, seguido de un 11% que encuentra dificultades y un 33% que encuentra ciertas dificultades
Según el informe de FEAPS El sobreesfuerzo económico que la discapacidad intelectual ocasiona en la familia en España, presentado en 2014, tener un hijo con este tipo de discapacidad supone para las familias una inversión de 24.237 euros anuales, una cifra que supone el 102% del salario medio anual en España (23.650 euros, según el ESADE).
Detrás de este sobreesfuerzo se encuentran, en gran medida, las terapias y tratamientos que el familiar con discapacidad recibe para lograr su bienestar y autonomía: el 81% de los encuestados afirma que su hijo recibe este tipo de terapias, frente a un 19% que no se lo puede permitir.
Tratamientos de larga duración
Según Sara Romero: “Estas terapias son diferentes a las actividades extraescolares que realizan los hijos sin discapacidad (fútbol, ajedrez, natación, etc), ya que éstas persiguen un objetivo formativo o de ocio, y las que reciben los niños con discapacidad tienen un objetivo médico o terapéutico: mejorar la calidad de vida, el estado de salud, la autonomía física y/o psíquica, la integración laboral o el desarrollo psicosocial. En la mayoría de los casos, hablamos de tratamientos de larga duración, que se prolongan en el tiempo para reforzar habilidades adquiridas y conseguir nuevas”. En definitiva, el objetivo de estas terapias es el desarrollo global de la persona con discapacidad.
A pesar del sobreesfuerzo económico que las familias tienen que realizar, el 96% tiene claro que estas terapias repercutirán positivamente en la evolución y desarrollo de su hijo y que, por tanto, les renta realizar la inversión.