La plena inclusión de las personas con VIH es un reto en curso desde hace cuatro décadas. A pesar de que la enfermedad ha evolucionado considerablemente a nivel sanitario, sigue estancada en su percepción social, prevaleciendo obsoletos prejuicios y estereotipos que conducen a situaciones de exclusión social y/o discriminación laboral. Si bien hoy en día se trata de una enfermedad de transmisión sexual, la falta de información conduce a creencias erróneas e injustificadas. Una de las principales es que la infección puede transmitirse en el lugar de trabajo, especialmente en posiciones vinculadas a lo sanitario, al sector alimentación o al área de atención al cliente. «Este rechazo no se encuentra respaldado en absoluto por la evidencia científica, ya que ni en estas ni en otras ocupaciones existe un riesgo de transmisión del VIH a terceras personas, como vienen señalando la Organización Internacional del Trabajo y la Organización Mundial de la Salud desde finales de los años 80, cuando el VIH no era la enfermedad que es hoy». Son palabras de Julio Gómez, director de la red española de organizaciones para la igualdad de oportunidades en el empleo para las personas con VIH, Trabajando en Positivo.
Coincidiendo con la adhesión de la Fundación Adecco a la Ruta #YoTrabajoEnPositivo, iniciativa promovida por esta entidad, tenemos la ocasión de entrevistar a Julio Gómez y conocer, de primera mano, la situación, necesidades y reivindicaciones de un sector de la población que, durante años, ha cargado el peso de un estigma que hoy urge erradicar, apelando al compromiso de todos los agentes sociales. En esta línea, el programa EnPositivo RSC, tiene el fin de apoyar a las empresas en el desarrollo de buenas prácticas en relación al VIH, como nos explica Gómez en esta interesante entrevista.
P.- El VIH fue la gran pandemia de los años 80, pero aún no se ha superado. ¿Hemos avanzado algo en estas 4 décadas en el proceso de erradicación del virus? ¿Cuáles han sido los principales logros?
R.- Es verdad que todavía queda por delante el gran reto de descubrir una vacuna preventiva, así como un tratamiento que cure definitivamente el VIH, pero, desde 1996, la efectividad de los tratamientos médicos ha permitido convertir el VIH en una enfermedad crónica, consiguiendo que las personas con VIH tengan una supervivencia similar al resto de la población. Las cifras hablan por sí solas. En España, en el año 1995 se alcanzó el máximo número de defunciones asociadas al VIH, con 5.857 muertes. En 2019, último año de los que existen datos, este número fue de 414. También ha sido considerable la reducción de nuevos casos de sida, con 1994 como el año con más casos (7.494) frente a los 203 casos estimados en 2020. Además de la efectividad, también podemos destacar que los avances médicos en el tratamiento del VIH han permitido que, en la actualidad, estos tengan una baja toxicidad, sean fáciles de tomar y no tengan interacciones con otros fármacos.
“Cuando la carga viral es indetectable, la enfermedad es intransmisible”
Asimismo, estos avances han permitido que, en la última década, se haya logrado la evidencia de la efectividad del tratamiento como medida de prevención, traducida en el mensaje “Indetectable = Intransmisible”, puesto que, cuando una persona con VIH toma tratamiento antirretroviral y tiene una carga viral indetectable de manera mantenida, se elimina la probabilidad de transmitir el VIH a terceras personas en cualquier tipo de exposición, incluidas las de mayor riesgo. Este aspecto es todavía más importante si se tiene en cuenta que, en España, el 90,4% de las personas que reciben tratamiento antirretroviral presenta carga viral indetectable. Igualmente, esta evidencia ha favorecido la inclusión en el Sistema Nacional de Salud en España de la Profilaxis Preexposición (PrEP) y de la Profilaxis Post-Exposición (PPE), que supone la toma del tratamiento antirretroviral por parte de personas que todavía no tienen VIH de forma previa o posterior a una práctica de riesgo, respectivamente. Por último, a nivel mundial, podemos destacar como gran logro el mayor acceso a los tratamientos. De nuevo, las cifras son claras. En el año 2000, solo 590 000 personas con VIH en el mundo tenían acceso al tratamiento, mientras que en 2020 esta cifra era de más de 27,5 millones. A pesar de ello, todavía nos encontramos lejos de alcanzar los resultados previstos por el Programa conjunto de Naciones Unidas sobre VIH/SIDA (ONUSIDA) para conseguir acabar con el VIH como problema de salud pública en 2030 y son necesarios nuevos esfuerzos a nivel mundial para lograrlos puesto que más de 12 millones de personas en todo el mundo seguían en 2020 sin acceso al tratamiento antirretroviral.
“Los logros alcanzados a nivel social están muy por detrás de los avances médicos”
P.- ¿Y en el estigma social? La percepción desde fuera es que en esto vamos mucho más lentos…
R.- Efectivamente, en una expresión que suelen utilizar algunos autores, podemos considerar que la respuesta a la infección por VIH ha sido un éxito en lo científico, pero no en lo social. Y es que los logros alcanzados a nivel social con relación al VIH siempre han ido a una gran distancia de los avances médicos. Definitivamente, no hemos conseguido trasladar de manera suficiente a la sociedad ni a la legislación los importantes cambios que se han producido en el abordaje médico del VIH y las novedades en cuanto a la eficacia del tratamiento para evitar la transmisión del virus a terceras personas.
“La falta de información mantiene vivos numerosos prejuicios”
En este sentido, creo que nos encontramos ante una sociedad dividida en dos, pero con el mismo problema: la falta de una información adecuada sobre el VIH en la actualidad. Por una parte, nos encontramos con una generación que conoce el VIH que se vivió en los años 80. Una enfermedad con una rápida y elevada mortalidad, sin posibilidad de tratamiento, vinculada públicamente a determinados colectivos y con una gran carga de estigma asociada. Por otra parte, tenemos a una generación más joven que no lo conoce prácticamente, debido a la inexistencia de programas educativos de salud sexual y a la desaparición del VIH de las campañas públicas durante muchos años. Un hecho evidente en este sentido es que la última campaña de VIH que se recuerda por su gran impacto fue la de “Póntelo, Pónselo” que fue a finales de los años 80. Esta falta de información hace que sigan vigentes numerosos prejuicios hacia las personas con VIH que acaban generando situaciones de auto – estigma en las propias personas afectadas, así como de rechazo y discriminación hacia ellas en diferentes ámbitos como el laboral, sanitario, educativo, de servicios sociales o jurídicos, de vivienda o de prestaciones y seguros.
“Un tercio de la población no trabajaría con una persona con VIH”
Por ejemplo, en el ámbito laboral, que es en el que nos centramos de forma específica desde Trabajando en Positivo, contamos con diversos informes realizados entre 2003 y 2018 que coinciden al señalar que, en torno a un tercio de la población en España, no trabajaría con una persona con VIH. Es decir, han pasado 15 años entre el primero y el último informe y, como podemos ver, los avances en la percepción social que existe en España sobre las personas con VIH han sido escasos. De hecho, no podemos decir que haya sido hasta 2018 cuando se ha dado un primer paso importante a la hora de reducir la discriminación asociada al VIH en España. A finales de ese año, el Ministerio de Sanidad, con la participación de instituciones como Trabajando en Positivo, aprobó el “Pacto Social por la no discriminación e igualdad de trato asociada al VIH”, una apuesta de política integral para lograr erradicar la discriminación asociada al VIH. En todo caso, además de llegar más de 20 años después de los avances médicos que cambiaron la historia del VIH, aún se trata de una iniciativa con poco recorrido y con muchos retos y avances que conseguir.
“Actualmente el VIH es una enfermedad de transmisión sexual”
P.- ¿Cómo ha cambiado el perfil de los afectados desde los años 80?
R.- En el caso de España sí que ha cambiado enormemente, debido, fundamentalmente, al gran peso que tuvo el colectivo de personas usuarias de drogas por vía parenteral en los primeros años. Por ejemplo, en 1996, este colectivo supuso el 64% de los nuevos casos de VIH, mientras que, en 2020, tan solo representó el 2,4% de los casos. En la actualidad, tenemos que hablar del VIH claramente como una enfermedad de transmisión sexual, puesto que esta es la principal vía de transmisión en España. Por ejemplo, desde 2010, más del 80% de los nuevos casos anuales en los que se conoce la vía de transmisión, ésta se asocia a la sexual, alcanzando el 82,7% en 2020.
“Se estima que en torno a 20 000 personas tienen VIH y no lo saben y el 50% de los casos se diagnostica tardíamente”
Por este motivo, recomendamos que todas las personas que mantengan una vida sexual activa se realicen una prueba de detección del VIH al menos una vez en la vida y, preferentemente, de forma periódica. Sin embargo, la falta de una información adecuada; la asociación del VIH a determinados colectivos o los prejuicios existentes hacia el VIH y hacia las personas con VIH, hace que muchas personas que mantienen prácticas de riesgo en sus relaciones sexuales no contemplen la posibilidad de que puedan tener VIH y no se realizan la prueba. Este es uno de los principales retos que tenemos actualmente en España para controlar el VIH, puesto que se estima que en torno a 20.000 personas tienen VIH y no lo saben. Asimismo, el 50% de los nuevos casos se diagnostican tardíamente, es decir, cuando han pasado ya meses u años desde el momento en que se produjo la infección, periodo en el que el virus ha aprovechado para afectar al sistema inmunológico de la persona, haciéndolo vulnerable frente a las que llamamos infecciones y enfermedades oportunistas. Por ello, la detección precoz y el control médico son muy importantes para la prevención del VIH.
“No es el virus el que a aboca a la exclusión sino el estigma asociado al mismo”
P.- ¿Aboca de forma inevitable el VIH a la exclusión social?
R.- Más que el propio VIH, es el estigma asociado a la infección lo que provoca una mayor vulnerabilidad entre el colectivo y sitúa a las personas con VIH en desventaja con respecto a la sociedad mayoritaria, exponiéndolos a mecanismos de exclusión social y sus consecuencias, como la existencia de tasas de desempleo mayores que la población general, la carencia de recursos asociada a esta falta de empleo o el aislamiento social, entre otros aspectos. Esta cuestión la explica perfectamente la autora María José Fuster Ruiz de Apodaca en su capítulo “Mecanismos de exclusión social en la infección por VIH” -Morales Domínguez J.F., y Gaviria Stewart, E. (Coords.) (2021). “Redescrubir las relaciones interpersonales”. Madrid, España: Sanz y Torres- al defender que el estigma asociado al VIH tiene consecuencias negativas importantes en la salud de las personas afectadas, teniendo un impacto directo en los elevados niveles de ansiedad y depresión que padecen, en su aislamiento social y en su calidad de vida. Asimismo, el estigma facilita el aumento de la discriminación y la exposición a la exclusión social. Como consecuencia de ello, el VIH y los mecanismos de exclusión se retroalimentan mutuamente, ya que estos incrementan la vulnerabilidad al VIH y tener la infección expone a la exclusión, debido al estigma. En dicho capítulo incluye datos preliminares sobre el índice de exclusión social de las personas con VIH en España, obtenidos en una investigación realizada entre los meses de junio y julio de 2020, que muestran que la cantidad de personas con VIH en potencial exclusión social de moderada a severa podría ser mayor que la de la población española en general (37% frente al 18%), hallándose una particular vulnerabilidad en el acceso a los derechos sociales y porcentajes no despreciables en cuanto a la privación material y la participación social.
“Eliminar los mecanismos de exclusión social no es solo justicia social, es un requisito de salud pública”
En todo caso, en el capítulo se destaca que este nivel de exclusión está muy vinculado con factores como el género (afectando especialmente a mujeres), orientación sexual (con mayor proporción de personas heterosexuales), nivel de estudios (superior en las personas con niveles de estudios inferiores) o situación laboral (siendo mayor en personas en paro o con jubilación).
Por tanto, partiendo de que el colectivo de personas con VIH es heterogéneo, hay poblaciones clave que presentan un mayor nivel de exclusión social y que son especialmente vulnerables al estigma y la discriminación, por lo que suponen una prioridad a la hora de adoptar medidas dirigidas a eliminar la exclusión social. Asimismo, como defiende la autora, eliminar los mecanismos de exclusión social no es solo una cuestión de equidad y justicia social, sino también un requisito para la salud pública, puesto que mejorar la salud y calidad de vida de los grupos expuestos a mecanismos de exclusión puede mejorar la salud de toda la población.
“El empleo hace que las personas con VIH tengan una mayor calidad de vida física y mental”
P.- ¿Cómo ayuda el empleo a una persona con VIH en el proceso de normalización de su vida? ¿Juega un papel importante en su recuperación integral?
R.- El empleo, las condiciones del mismo, así como los ingresos económicos asociados a este, son determinantes de las desigualdades en salud y repercuten, lógicamente, en la integración social de la persona. En el caso de las personas con VIH, contamos con diversos informes realizados durante los últimos años que han demostrado que las personas con VIH que tienen trabajo presentan una mejor calidad de vida, tanto en su dimensión física como la mental, que las que no trabajan o las que están jubiladas. Asimismo, también presentan un 40% más de adherencia al tratamiento antirretroviral. Por otra parte, en 2018, desde Trabajando en Positivo demostramos, a través de un proyecto de investigación, que la participación en nuestras acciones de apoyo y orientación laboral a personas con VIH mejora su situación socio – psicológica, teniendo en cuenta para ello aspectos como: la autoeficacia a nivel laboral; la persistencia y esfuerzo derivado de los fracasos; la capacidad o confianza en capacidades a nivel sociolaboral; la búsqueda activa de empleo; la importancia y el significado atribuido al trabajo; la valoración de las características del trabajo; el estrés negativo en los últimos siete días o el apoyo social en la esfera laboral durante la última semana. Por tanto, el impacto en la persona de estas acciones va más allá de aumentar sus oportunidades para encontrar un empleo y supone una mejora de su situación a nivel global. Este impacto es mucho mayor si la persona consigue acceder a un empleo, por todo lo que ello implica, como la mejora de sus recursos económicos y de su percepción de autoeficacia y confianza o la reducción del propio auto – estigma y de las dudas sobre la capacidad para realizar la ocupación u ocupaciones que son de su interés. Sin embargo, también nos encontramos con personas que tienen el VIH desde hace muchos años y que han podido mantener su vida laboral durante los mismos. Se trata de personas que han sufrido los efectos secundarios asociados al tratamiento antirretroviral y que tienen mayor prevalencia de comorbilidades (como diabetes, hipertensión, enfermedad cardiovascular, insuficiencia renal crónica, EPOC, insuficiencia hepática crónica o tumores) que el resto de la población, como consecuencia del envejecimiento prematuro asociado al VIH. Así, después de una larga trayectoria laboral, estas personas no pueden mantener un ritmo de trabajo habitual algunos años antes de llegar a la edad de jubilación legal. Por ello, en estos casos, es necesario que la persona reciba un apoyo para dejar de trabajar antes de lo previsto, garantizando que no haya una importante repercusión económica en sus condiciones de jubilación.
“La principal barrera laboral de las personas con VIH son los prejuicios que perpetúan el miedo a la propagación fácil de la infección”
P.- ¿Qué barreras suelen encontrarse estas personas en su acceso al mercado laboral?
R.- La principal barrera es la falta de una información adecuada en torno a esta enfermedad en el ámbito laboral, que contribuye a perpetuar un miedo a la propagación fácil de la infección y a la vigencia de prejuicios y estereotipos asociados a la misma, que acaban generando situaciones de discriminación y de vulneración de derechos hacia las personas con el VIH en dicho ámbito. Estas situaciones pueden venir generadas por la propia normativa, como el Real Decreto 2487/1998, que no admite como apta a ninguna persona con el VIH para tener y usar armas y para prestar servicios de seguridad privada. O las Ordenanzas Municipales que existen en ciudades como Madrid, Sevilla, Valencia o Zaragoza, que impedirían que una persona con VIH consiguiera la licencia necesaria para conducir taxis. En otros casos, proceden de protocolos no jurídicos, es decir, de reglamentos y procedimientos internos de organismos, organizaciones y grupos públicos o privados. Un ejemplo es la solicitud, a efectos de empleo, del Dictamen Técnico Facultativo a las personas con discapacidad (entre ellas, las personas con discapacidad por VIH) que supone acceder, de manera irregular, a los datos de salud de la persona y que conlleva, en muchas ocasiones, la no contratación o el despido de ésta. Finalmente, otras proceden de la práctica cotidiana y de la imagen social que existe sobre el VIH en el entorno laboral. Ya hemos comentado que un tercio de la población en España no trabajaría con una persona con VIH. Pero contamos con más datos que sirven de reflejo de esta situación. Por ejemplo, solo un 35% cree que las personas con VIH pueden desempeñar cualquier tipo de trabajo y un 27% tiene dudas o cree que las personas con VIH deberían estar obligadas a comunicarlo en su entorno laboral. Estas situaciones provocan que muchas personas con el VIH no puedan tener un trabajo estable; vivan con miedo de que se conozca su seroestatus; no sean contratadas o puedan perder su trabajo solo por vivir con el VIH. Por ejemplo, entre las consultas que hemos recibido en nuestro “Servicio de Asesoría Jurídica sobre VIH y Trabajo” durante el año 2021, destaca la variedad de situaciones afrontadas, como: los despidos improcedentes; el reconocimiento de incapacidad permanente; la exclusión para el desempeño de una ocupación tras revelación de la infección; la obligatoriedad sobre la comunicación del estado serológico en los reconocimientos médicos de empresa; la ruptura de la confidencialidad de los datos de salud; el impacto de la COVID-19 en las personas con VIH o la solicitud del Dictamen Técnico Facultativo para la acreditación de la discapacidad a efectos de contratación. Todos estos datos demuestran que siguen siendo numerosas las personas con VIH que tienen que hacer frente a situaciones de vulneración de derechos y de discriminación asociada a la infección en su entorno laboral, así como la diversidad de este tipo de situaciones, que requieren un apoyo especializado para lograr la protección y defensa de los derechos laborales de estas personas a nivel individual y del colectivo en general.
“Existe la creencia errónea de que las ocupaciones sanitarias o de atención al cliente tienen mayor riesgo de transmisión del VIH”
P.- Las personas con VIH acostumbran a enfrentarse a una mayor discriminación laboral y, a menudo, se ven descartadas de posiciones, especialmente en sectores como el sociosanitario o la manipulación de alimentos, por miedo al contagio. ¿Están justificadas estas actitudes? ¿Hay realmente un mayor riesgo de transmisión en estas ocupaciones?
R.- Efectivamente, hay diferentes tipos de ocupaciones como las sanitarias, las relacionadas con la atención al cliente o la manipulación de alimentos en las que la creencia errónea de la existencia de mayor riesgo de transmisión del VIH a terceras personas hace que haya un mayor rechazo. En este sentido, también contamos con datos de diferentes encuestas que avalan estas circunstancias. Por ejemplo, el 46% de la población española cree que las personas con VIH no deberían poder trabajar como profesionales sanitarios. Asimismo, en una encuesta que realizamos entre nuestras empresas colaboradoras, en la que planteábamos diferentes situaciones probables, la que más incomodidad generaba era la de asistir a un centro sanitario en el que trabajara una persona con VIH (24,82%).
“Casi un 40% de la población se sentiría incómoda si le atiende un empleado con VIH”
En cuanto a las profesiones relacionadas con la atención a clientes, el dato con el que contamos es que el 38,70% de la población española se sentiría incómoda si un empleado de la tienda donde compra habitualmente tuviera VIH. Además, el 34,50% trataría de evitarla. Y en cuanto a la manipulación de alimentos, también a raíz de nuestra encuesta en empresas colaboradoras, pudimos saber que un 18% de personas sentirían incomodidad si en el bar o restaurante donde acude regularmente trabajara una persona con VIH. Este mayor rechazo no se encuentra respaldado en absoluto por la evidencia científica, ya que ni en estas ni en otras ocupaciones existe un riesgo de transmisión del VIH a terceras personas, como vienen señalando la Organización Internacional del Trabajo y la Organización Mundial de la Salud desde finales de los años 80, cuando el VIH no era la enfermedad que es hoy.
“Durante 2020 el programa “EnPositivoRSC” ha gestionado 542 ofertas de empleo”
P.-¿Qué acciones podrían acometerse desde las empresas para impulsar el empleo entre las personas con VIH? ¿Y desde la Administración Pública?
R.- En Trabajando en Positivo llevamos más de 7 años desarrollando el programa “EnPositivo RSC”, de quien es responsable mi compañera Raquel Sebastián Barrio, con el fin de apoyar a las empresas a reforzar su compromiso social con la incorporación de buenas prácticas en el ámbito de la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) en relación con el VIH. En él pueden participar empresas de todo tipo de tamaño; sector de actividad o implantación geográfica, a través de tres vías de colaboración que son complementarias:
1.- Gestión de ofertas de empleo y formación para favorecer la contratación de personas en situación de vulnerabilidad.
2.- Estrategias de promoción de la diversidad, la igualdad de oportunidades y la no discriminación (“Empresas Responsables con el VIH”).
3.- Gestión de acciones de Voluntariado Corporativo con el fin de vincular las políticas de este tipo de voluntariado en las empresas con la capacitación de personas en proceso de búsqueda activa de empleo.
De esta forma, cada empresa puede asumir solo una vía de colaboración, más de una o las tres a la vez. Por ejemplo, durante 2020, el programa ha permitido gestionar 542 ofertas de empleo en las que han participado 467 personas diferentes. De éstas, 373 han podido acceder al mercado laboral (un 80%) y un 97% de las mismas ha podido cumplir con éxito su contrato de trabajo, demostrando que, una vez que consiguen acceder al mercado laboral, tienen capacidad para desenvolverse en él. Una de las novedades recientes a destacar sobre este programa es que ha sido reconocido con un Premio de la Fundación «la Caixa» a la Innovación Social 2021 por su capacidad para responder al problema social que supone la desigualdad y pobreza crónica de las personas con VIH en España asociada a la falta de empleo. Por su parte, la Administración Pública también tiene un papel importante en la defensa de los derechos laborales de las personas con VIH. En este sentido, queremos destacar la importancia del “Pacto Social por la no discriminación e igualdad de trato asociada al VIH” que necesita de la implicación tanto de las administraciones públicas a nivel de gobierno central y de las CCAA para lograr su verdadera implantación. Asimismo, desde Trabajando en Positivo también contamos con las administraciones públicas para impulsar y participar en campañas de sensibilización dirigidas, de forma específica, a reducir la discriminación laboral asociada al VIH.
“Necesitamos la implicación de los medios para incluir la realidad de las personas con VIH en la agenda mediática”
P.- Los medios de comunicación y las redes sociales, ¿tienen también responsabilidad?
R.- Tanto los medios de comunicación como las redes sociales son claves en la comunicación de nuestra organización, siendo esta un área de la que se responsabiliza fundamentalmente mi compañera Belinda Hernández Hernández. Por supuesto, necesitamos de la implicación de los medios de comunicación para incluir la realidad laboral de las personas con VIH en la agenda mediática. Sin embargo, estos están viviendo un momento delicado, en el que cada vez hay menos profesionales dedicados de forma específica al ámbito de la salud y donde las noticias sobre el VIH se centran fundamentalmente en los avances médicos relacionados con una futura vacuna o con las nuevas opciones de tratamiento. No obstante, desde Trabajando en Positivo tratamos de dar contenidos sobre el VIH en el ámbito laboral y empresarial, tanto a los medios generalistas como a los especializados en áreas como la salud, los Recursos Humanos o la Responsabilidad Social Corporativa. En cuanto a las Redes Sociales, han sido fundamentales para nosotras, especialmente a la hora de impulsar nuestras campañas de movilización social, como #YoTrabajoPositivo Sin discriminación por VIH en el empleo, permitiendo la adhesión y la participación en ellas de más de 100 instituciones de todo tipo que están presentes en 18 países diferentes. De esta forma, nuestras campañas han servido de oportunidad, argumento y apoyo para que numerosas entidades de otros países vinculadas a la respuesta al VIH hayan podido visibilizar la importancia de reducir la discriminación laboral existente hacia el colectivo. Además, las Redes Sociales han sido siempre un canal de comunicación fundamental para nuestra organización, tanto a la hora de recibir el contacto por parte de personas y entidades que necesitan de nuestro apoyo, como a la hora de visibilizar los servicios que ofrecemos, los logros que alcanzamos y los retos que todavía tenemos pendientes por cumplir. Además de las Redes Sociales, también queremos destacar la importancia que han tenido, desde el comienzo de la pandemia de la COVID-19, los 10 webinars que hemos organizado desde Trabajando en Positivo y que, a falta de espacios presenciales, nos han permitido continuar con la generación de espacios de reflexión y de debate junto a diferentes agentes del ámbito laboral sobre las dificultades del colectivo para su acceso al empleo.
P.- Contexto Covid-19. ¿Son las personas con VIH especialmente vulnerables al coronavirus? ¿podríamos decir que son víctimas dobles de la emergencia sanitaria y de la crisis económica?
R.- Esta pregunta tiene muchas respuestas posibles. A nivel médico, es necesario destacar que no existe evidencia científica de que las personas con VIH tengan un mayor riesgo de adquirir el virus SARS-CoV-2. Por otra parte, todavía no se disponen de datos totalmente aclaratorios sobre si las personas con VIH presentan mayores posibilidades de padecer complicaciones graves o una mayor mortalidad por COVID-19. Algunos estudios realizados en zonas con elevada cobertura de tratamiento antirretroviral y países de renta alta describen una mayor mortalidad por COVID-19 en personas con VIH. Sin embargo, estos estudios no han detectado que el VIH tenga un efecto independiente sobre dicha mortalidad en personas que llevan un tratamiento antirretroviral estable, sino que los factores que se asocian a la gravedad de la COVID-19 en las personas con el VIH son los mismos que para las personas sin VIH: la edad, la presencia de inmunodepresión y de comorbilidades aumentan la gravedad. En definitiva, en términos médicos, no todas las personas con VIH tendrían una mayor vulnerabilidad frente a la COVID-19. No obstante, la respuesta cambia si tenemos en cuenta ámbitos como el laboral, el sanitario, el emocional o el económico, puesto que, aunque la pandemia ha impactado en todas nosotras, este impacto no ha sido igual para todas las personas y colectivos, afectando de forma especial a las más vulnerables. Así lo reflejamos en el “Informe sobre el impacto de la Covid-19 en colectivos en exclusión social y sus necesidades prioritarias: La respuesta de las organizaciones de Trabajando en Positivo durante los primeros meses del estado de emergencia sanitaria” que realizamos en el mes de junio de 2020 y en el que destacamos como principales necesidades de las personas con VIH el apoyo psicosocial para abordar la situación de soledad y desasosiego provocada por el confinamiento; la cobertura de necesidades básicas de alimentación, ropa o higiene, así como de vivienda; apoyo para cubrir las carencias en la atención sanitaria, como el acceso a los tratamientos o a la atención médica o el apoyo a nivel jurídico frente al incremento y diversificación de situaciones de vulneración de derechos en el ámbito laboral, tanto para aquéllas que estaban en búsqueda activa de trabajo como las que ya disponían de un empleo.
De forma más concreta, en el ámbito laboral, que es nuestro ámbito de especialización, podemos decir que la COVID-19 supuso la modificación de las condiciones de contratación y de trabajo para muchas personas con VIH y el aumento de sus dudas sobre la protección de sus derechos laborales -especialmente los relacionados con la intimidad personal y la confidencialidad-. Esto dio lugar a que, de las 69 consultas que recibimos en nuestro Servicio de Asesoría Jurídica sobre VIH y trabajo, casi la mitad (30) estuvieran relacionadas con medidas adoptadas por las empresas ante la COVID-19, siendo el principal motivo de consulta. En el caso de 15 de ellas, tuvo que intervenir directamente nuestro equipo de abogacía para prevenir o responder ante una situación de vulneración de derechos. Por tanto, sí que podemos considerar que, más allá del ámbito médico, las personas con VIH y otras personas a las que apoyamos desde nuestras entidades, sufren de forma especial la COVID-19.
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