Seguro que esta mañana os habéis despertado sin la predisposición de discriminar a alguien. Os voy a hacer un spoiler de vuestra vida: hoy vais a discriminar a una o varias personas. Por supuesto no lo haréis de manera consciente. Entonces, ¿por qué cuándo estamos en una reunión de trabajo o manteniendo cualquier conversación, somos capaces de cortar al becario mientras expone su opinión sin despeinarnos? A lo largo de nuestro día formamos parte de distintas micro-discriminaciones que tienen su origen en los sesgos inconscientes. Pero, ¿qué son los sesgos inconscientes y por qué es necesario que sepamos de su existencia?
Los sesgos inconscientes son suposiciones, creencias o actitudes adquiridas. Se crean de manera automática para nuestra propia supervivencia. Por ejemplo, si vas en búsqueda de un restaurante para comer, y en la misma calle ves una terraza con las mesas ocupadas y al lado otra terraza vacía, ¿a cuál te dirigirías? Quizás en la segunda terraza acaba de irse un gran grupo de estudiantes. Pero, ¿a qué sin pensarlo irías a la terraza ocupada? Segundo spoiler: Nuestro cerebro no busca la verdad, busca sobrevivir. Bueno, en este caso, ¡busca comer bien!
Nuestro cerebro busca sobrevivir a los 11 millones de bits de información que recibe por segundo, y de los que sólo es capaz de procesar 40. Ante tal cantidad de millones de bits de información que no es capaz de procesar, nuestro cerebro nos provee de atajos mentales para poder tomar decisiones de manera rápida y eficaz. ¿Y de dónde salen todos estos atajos y procesos mentales? De nuestra mochila. Una mochila en la que a lo largo de nuestro vida vamos metiendo la cultura en la que nos desarrollamos, los valores familiares con los que crecemos y, sobre todo, las experiencias que vivimos y cómo estas nos hacen sentir.
Y es ahora, cuando hablamos de procesos mentales, el momento de introducir lo que durante décadas se dedicó a investigar el premio Nobel de Economía, el psicólogo Daniel Kahneman, y que plasmó en su archiconocido libro “Pensar rápido, pensar despacio”. Nuestro mecanismo de pensamiento se divide en dos sistemas: un sistema lento, que debe concentrarse y que analiza los problemas dando una respuesta racional; y un sistema rápido e instintivo que decide con poco o ningún esfuerzo mediante patrones de respuesta aprendidos a lo largo de nuestra vida de acuerdo a nuestros valores, nuestra cultura y nuestra experiencia previa. Esto es, el que toma las decisiones que concuerdan mejor con nuestra propia realidad.
El sistema rápido es el responsable de que detectes hostilidad en la voz de una persona, y el sistema lento es el que contaría las veces que se repite la letra a en este párrafo.
Si nos preguntan cuál es el sistema que rige nuestras decisiones queremos identificarnos con el sistema lento, lógico y racional. Tercer spoiler: No somos conscientes de lo inconscientes que somos. Las ideas formadas en nuestro inconsciente, en ese sistema rápido, automático e instintivo son las que protagonizan la mayoría de nuestras decisiones. El sistema lento se encuentra normalmente en un confortable modo de mínimo esfuerzo. Si quieres demostrarme lo contrario, por favor, multiplica ahora 17×24 sin utilizar un lápiz, un papel o una calculadora.
¿Por qué pensamos que somos racionales? Porque tenemos un cerebro terriblemente ególatra por el cual tendemos a pensar que el mundo es tal y como lo vemos. Cuarto y definitivo spoiler: el mundo lo vemos tal y como somos.
La mayoría de las veces el engranaje que forman ambos sistemas de pensamiento funciona perfectamente, como introducíamos en este artículo son necesarios para nuestra supervivencia; pero hay situaciones en las que se producen fallos. Por eso, la mejor definición de sesgos inconscientes sería la de errores que provocan impresiones e intuiciones erróneas que pueden marcar posibles comportamientos discriminatorios. Por ejemplo, a todos nos ha pasado que conocemos a una persona del mismo pueblo o ciudad que nosotros y, automáticamente, nos produce un efecto de familiaridad que impacta de manera positiva en nuestra impresión hacia él o ella. Independientemente de que después descubramos que es el mismísimo Darth Vader.
¿Qué tipos de sesgos inconscientes existen?
¡Para evitar los sesgos hay que conocerlos! a continuación te presentamos algunos de los más comunes:
Sesgo de confirmación
Es la tendencia de una persona a favorecer la información que confirma sus suposiciones, ideas preconcebidas o hipótesis, independientemente de que éstas sean verdaderas o no.
Sesgo de afinidad
Cuando inconscientemente preferimos a personas con las cuales compartimos características similares, tenemos un sesgo de afinidad.
Sesgo de género
Son los estereotipos que afectan la forma en que percibimos y tratamos a las personas según su género.
Sesgo de edad
Se conoce también como «edadismo». Es la tendencia a hacer juicios o suposiciones sobre las personas basadas en su edad.
Sesgo de anclaje
Este sesgo se da cuando nos aferramos demasiado a la primera información que hemos recibido, (conocida como el «ancla») para tomar decisiones.
Sesgo de proyección
Es la tendencia a asumir que los demás comparten nuestras creencias, valores o emociones.
Sesgo de status quo
Es la tendencia a rechazar lo nuevo y los cambios en general sobre lo ya establecido. El miedo a la incertidumbre es uno de los causantes que propicia este riesgo.
Sesgo de resultado
Es la tendencia a juzgar una decisión basada en su resultado, en lugar de en la calidad del proceso de toma de decisiones.
Sesgo de halo
El efecto halo consiste en hacer una generalización errónea a partir de una sola característica o cualidad de un objeto o de una persona.
Cómo trabajar los sesgos inconscientes
Cuando nos encontramos por primera vez con una persona e intercambiamos un par de frases, nuestro mecanismo de pensamiento, de manera automática, genera una serie de pensamientos. Es como si tuviéramos una cinta transportadora de pensamientos en la que se mezcla lo que vemos a simple vista, las conclusiones que sacamos de lo que estamos viendo y factores que hemos aprendido previamente.
Nuestro cerebro necesita convertir todos esos pensamientos en una idea, algo con lo que quedarnos y con lo que poder tomar una decisión.
¿Cómo podemos solucionarlo? Este filtro ideal que a todos nos vendría bien tener en nuestras cabezas no llega solo, tiene que trabajarse. Para ello, un paso imprescindible es contar en nuestras organizaciones con herramientas que favorezcan ese pensamiento consciente:
- Tener el compromiso de querer hacer las cosas bien.
- Sensibilizar para romper con las barreras que inconscientemente tenemos hacia la diferencia.
- Formar a la plantilla para evitar el desconocimiento que generan los sesgos inconscientes.
- Un liderazgo que favorezca un verdadero cambio cultural, y no sólo un plan para cumplir con ciertas medidas políticamente correctas.
¿Por qué es importante trabajar los sesgos inconscientes?
Como acabamos de ver, los sesgos inconscientes se pueden trabajar. Pero, ¿por qué es necesario trabajarlos? Porque los sesgos inconscientes se constituyen como enemigos de la diversidad, equidad e inclusión. Tenemos que ser conscientes de su existencia y comprenderlos para poder cambiar la forma en la que pensamos y reducir las situaciones de desigualdad y exclusión social. Determinar cuáles son útiles, cuáles nos ayudan y cuáles impactan de manera negativa en otras personas.
Investigaciones demuestran que tendemos a opinar igual en un grupo como nosotros; y nos sentimos más libres de opinar en un grupo distinto al nuestro. ¡Favoreciendo equipos diversos generaremos ideas más enriquecedoras!
¿Cómo evitar los sesgos inconscientes?
Y nosotros mismos, ¿qué antídotos podemos trabajar para que nuestro cerebro no caiga en los sesgos inconscientes?
El primero y más importante es hacernos conscientes de esos sesgos. Después de este post, ya hemos dado un paso. Sabemos que existen, que nos pueden pasar y debemos estar alerta.
Otro antídoto muy importante es tener voluntad de acabar con el desconocimiento, tratar de ser objetivos. Para ello, nos puede ayudar rodearnos de personas que puedan echarnos una mano en tomar ciertas decisiones.
Pero sobre todo teniendo una actitud de constante aprendizaje, saliendo de esa comodidad o indiferencia que nos aleja de lo diferente. Si damos todo por supuesto y tomamos nuestra verdad como única, nunca vamos a deshacernos de esos sesgos. En este sentido es importante exponerse a diferentes perspectivas (por ejemplo, leer periódicos y medios con diferentes líneas editoriales o seguir a voces diversas en redes sociales).
Aunque es importante recordar, que incluso aceptando la diversidad y manifestándonos en contra de la discriminación, es fácil caer en prejuicios contra otros. La diversidad se compone de multitud de áreas, no sólo hablamos de género, raza o discapacidad; también hablamos de formas de pensar, maneras de vestir o de cómo una persona resuelve un problema. Por ello es esencial trabajar la escucha activa, que es un factor clave para combatir los sesgos inconscientes. Escuchar a personas que tengan creencias diferentes sin interrumpir ni juzgar y detectar cuándo estamos cayendo en generalizaciones. He aquí otro spoiler: las afirmaciones absolutistas rara vez reflejan verdades absolutas. Por ejemplo: “los jóvenes no quieren trabajar” o “las empresas son todas iguales, solo buscan beneficios” (estas frases simplifican la realidad y omiten matices clave). Escuchar a personas diferentes y tratar de empatizar con ellas nos ayudará a practicar el pensamiento crítico y a preguntarnos, antes de tomar una decisión, si realmente estamos siendo objetivos o estamos influenciados por nuestras creencias
Debe estar conectado para enviar un comentario.