Retos de la RSE en el siglo XXI

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El concepto de RSE tiene una trayectoria reciente en España. Sin embargo, los vertiginosos cambios acontecidos en las 2 últimas décadas hacen que podamos sentirla como un fenómeno consolidado, que si bien tiene mucho camino por recorrer,  ya apenas existen  empresas que duden de su necesaria implantación.

La trayectoria de la RSE en España comenzó a forjarse a finales de los 90 (en Europa irrumpió antes, a raíz de conflictos como la Guerra de Vietnam o el Apartheid), y más en concreto a partir de 1999, cuando el entonces Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan, presentó el Pacto Mundial en el Foro Económico Mundial de Davos.

En términos históricos podríamos decir que esto sucedió antes de ayer, pero lo cierto es que ha llovido mucho desde entonces. Si comparamos los mecanismos y las rutinas por las que se regía la sociedad hace 16 años con los de ahora, encontraríamos situaciones que actualmente nos parecen inverosímiles.

En el caso que nos ocupa, cabe preguntarse si la RSE ha avanzado al compás de la sociedad o, por el contrario, se ha quedado relegada en el camino.  Esta pregunta tiene una clara respuesta si nos fijamos en el aspecto cuantitativo: indudablemente, el concepto ha experimentado un más que notable arraigo en el seno de las empresas. Casi toda organización cuenta con una política de RSE cuyas acciones plasma en su correspondiente Memoria de sostenibilidad, circunstancia que aún no se daba en los albores del siglo XXI.

A nivel cualitativo, sería un infundio negar que el portfolio de prácticas responsables se ha ampliado inmensamente, diversificando sus iniciativas y ajustándolas mejor a las demandas de la sociedad. Sin embargo, este plano ha avanzado a un ritmo mucho menor que el cuantitativo, al crecer en número muchas de las políticas de RSE, pero sin responder todas ellas a una estrategia sólida, de resultados certeros.  En otras palabras, las acciones de RSE se han multiplicado, pero a menudo no se enmarcan en una estrategia global con objetivos definidos. Muy al contrario, se desarrollan de forma aislada y dispersa, difuminándose su misión y sus efectos positivos dentro y  fuera de la organización.

Es por tanto, en el plano cualitativo, donde las empresas aún tenemos mucho que aprender, pasando a la práctica y definiendo unas líneas de actuación orientadas al resultado. A continuación exponemos los 5 retos clave de la RSE en el siglo XXI:

1) Construir credibilidad. El discurso sobre RSE, ya arraigado en las compañías, no ha logrado sintonizar verdaderamente con la sociedad. No pocos ciudadanos siguen percibiendo muchas de estas prácticas como cosmética para limpiar la reputación de las empresas, sin identificarlas con un compromiso real de mejora del entorno.

2) Saber comunicar mejor. Quizás las comunicaciones que se han hecho hasta ahora sobre RSE han tendido a la pretenciosidad, focalizándose demasiado en las bondades de la empresa, en lugar de otorgar el protagonismo a la acción y a lo que ésta aporta a la sociedad en su conjunto. En este punto también se echa en falta más transparencia y sencillez en el reporting, de cara a que la sociedad conozca con más claridad la actividad de la empresa y cómo ésta aporta valor a la sociedad. Las Redes Sociales se han convertido en el canal por excelencia para conectar con el gran público, escuchar sus demandas y establecer una comunicación cercana y bidireccional.

3) Extender la RSE a toda la cadena de valor. La expansión de la responsabilidad a la cadena de suministros ya no es  un extra o adorno, sino un eje de actuación prioritario. Una política de compras eficiente no puede quedarse en aspectos meramente económicos, técnicos u organizativos, sino que ha de incorporar criterios de responsabilidad para ser verdaderamente competitiva.  En efecto, toda compañía tiene que marcarse una hoja de ruta, no sólo dando a conocer su compromiso, sino también promoviendo entre sus proveedores el cumplimiento de ciertos estándares de responsabilidad.

4) Avanzar hacia un enfoque sectorial. Hemos de dar por finiquitada la etapa de los enfoques generalistas sobre RSE, que se mueven en un plano más teórico que práctico. Es hora de pasar a la acción y ésta sólo puede entenderse en clave sectorial, atendiendo a las expectativas que la sociedad tiene de cada actividad empresarial. De este modo se optimiza la aportación de valor, al ocuparse cada empresa de lo que conoce mejor y poner su expertise al servicio de las necesidades sociales.

5) Apoyar la innovación con aporte de valor social. Minimizar el impacto negativo de la actividad empresarial está bien, pero quedarse ahí resulta deficitario. Hay que dar un paso más y apostar por la innovación como eje prioritario para mejorar la vida de las personas. Nuevas ideas, productos y servicios que fomenten la igualdad de oportunidades y la solidaridad.

Accede a Retos de la RSE en el siglo XXI (2ª parte)

 

 

 

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