Edu Carrera
Embajador de la Fundación Adecco
Edu Carrera era un adolescente cuando tras un accidente de moto perdió la movilidad de la parte derecha de su espalda y de su brazo. “Aceptar que uno lo tiene todo y luego lo puede perder es una lección que te da la vida” y la base sobre la que Edu volvió a construir la suya. Sus expectativas y escala de valores dieron un vuelco y la vida le dio una lección importante: de todo se aprende. El error no está en caerse, en sufrir sino en no saber encontrar soluciones, en no aprender a levantarse. Edu, pura actitud, se dio cuenta de que aprender o no de las cosas que a uno le suceden es una decisión personal y decidió teñir su vida de superación.
Quien conozca a Edu sabe que es un amante de los retos, adicto a la adrenalina que le produce subirse a unos esquíes y, como él se describe, todo un kintsugi*. Para Edu, el deporte había sido siempre una piedra angular en su vida y aquel día de junio pensó que nunca más podría perseguir una carrera deportiva sobre esquíes, sin embargo, estaba lejos de lo cierto. Adaptó su técnica de esquí a sus nuevas circunstancias y los éxitos deportivos continuaron. ¿Quién le diría que competiría en campeonatos europeos? ¿En la copa del mundo? ¿Y que llegaría a participar en los Juegos Paralímpicos en dos ocasiones? La primera, en 1998 en los Juegos Paralímpicos de Nagano y, más tarde, en 2006, participó en los Juegos Paralímpicos Turín 2006.
Su carácter luchador se respira en las jornadas de sensibilización que imparte con la Fundación Adecco desde que, en el año 2017, se convirtió en embajador, una oportunidad que le permite transmitir sus experiencias vinculadas al mundo laboral con la discapacidad y a nosotros aprender de ellas. Como él dice, “la empresa es un ser vivo y contar con personas con discapacidad que han sido capaces de adaptarse al día a día y de normalizar su situación es una lección en sí misma que siempre aporta labor”. Además, de deportista y conferencista, Edu es emprendedor. Ha arrancado varias empresas y negocios desde una tienda de esquí a una escuela de esquí o una empresa de eventos. Además, ha cumplido el sueño de ser redactor y protagonizar portadas en la revista de esquí que leía desde niño: “Solo nieve”.
Volviendo a la filosofía kintsugi, para Edu, la cicatriz se convierte en una nueva ocasión para enfrentarnos al mundo. La vida nos agrieta y nos llena de fisuras, algunas más palpables que otras; pero las cicatrices embellecen y nos aportan nueva luz, esa misma que traslada en sus jornadas donde trata de sembrar semillas que en un futuro la sociedad y, en concreto, en el tejido empresarial puedan recoger. “Hay mucho talento en personas con ese certificado de discapacidad que tanto estigmatiza. Dentro de esa persona hay un gran profesional, con ganas de demostrar su talento y con pleno derecho a acceder al mundo laboral”.
*El ‘kintsugi’ es una técnica centenaria de Japón, filosofía de la que se alimenta Edu.